Apertura al Seminario del Cid dedicado a “La Ética del Psicoanálisis”

Por Mayra de Hanze, Directora del CID Guayaquil.

Agradezco la invitación y el espacio otorgado por los anfitriones, Antonio y Jéssica, responsables en esta ocasión de la enseñanza y transmisión del Seminario de Lacan, el Libro 7, sobre La ética del psicoanálisis.

Es pertinente decir que la docencia del Cid-Guayaquil forma parte del Instituto Nueva Escuela y está adscrita al Campo Freudiano de París.

Es también válido recordar que el Instituto tuvo como función para Lacan poner a trabajar lo que él llamó “ma thése” “ma tesses”, mi tesis, mi trenza, el matema, fórmula que Miller extendió como: El Instituto, el centro de operaciones para hacer circular el matema.

En el Cid, se lee el texto de Lacan fundamentalmente, los recorridos, sus cambios y sus inmodificables, es decir, lo que permanece.

La ética del psicoanálisis aparece entre 1959-1960, la década del 60 fue un tiempo de grandes transformaciones en el mundo y de resonancias ruidosas en lo personal.

En 1959, empieza la última guerra de Vietnam, se funda ETA como escisión del nacionalismo vasco y Fidel Castro hace la revolución cubana. En enero del 60 gana las elecciones Kennedy. Se inicia una década caracterizada por una enorme tensión en la llamada “Guerra Fría”, década de los movimientos contra la guerra de Vietnam y que va a contener hacia el 68 la Primavera de Praga, y los movimientos estudiantiles de París. Década que algunos llaman de África, debido a la cantidad de países que se liberan del colonialismo. Mientras también en 1960 Hitchcok estrena Psicosis, Elvis después de su experiencia militar canta “Quiéreme sutilmente” y dos chicos de Liverpool llamados John y Paul se conocen y empiezan a componer juntos. (1)

En 1960, Lacan dicta este seminario y en septiembre escribe dos textos que hoy están en sus Escritos:

-Propuestas Directivas para un congreso de sexualidad femenina y

-Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en las estructuras freudianas.

Pero lo que me interesa precisar hoy, es que Lacan en este Seminario le habla a los analistas sobre un aspecto muy específico, articula el asunto de la ética a la práctica de aquel que recibe a un otro en su despacho, en su consultorio… ahí se produce el entramado de la ética del psicoanálisis.

¿Somos nosotros analistas, ese algo que acoge al suplicante, que le brinda un lugar de asilo?

¿Somos ese algo que debe responder a una demanda, a la demanda de no sufrir, al menos sin comprender?

Al contrario, más bien con la esperanza de que el comprender liberará al sujeto, no sólo de su ignorancia, sino de su sufrimiento mismo.

Nos dice Lacan en la introducción del Seminario que había vacilado si proseguir o no, y que lo que lo anima a continuar es el deseo, el del Seminario anterior, El deseo y su interpretación.

Es con ese antecedente del deseo como metonimia de la falta en ser que precisa, el psicoanálisis no ofrece la felicidad y esto porque la disminución de la experiencia mórbida no volatiza la falta.

De este modo la ética del psicoanálisis no es la enseñanza del ideal para doblegar lo indócil.

El psicoanálisis es la experiencia que vuelve a dar su importancia a la función fecunda del deseo como tal, poniendo la falta en el centro.

Hasta el punto que puede decirse que en la articulación teórica de Freud, el nacimiento de la dimensión moral se arraiga  en el deseo mismo. De la energía del deseo se desprende la instancia que se presentará en el término último de su elaboración como censura.

Lacan nos recuerda que la experiencia freudiana iluminó los orígenes paradójicos del deseo, el carácter de perversión polimorfa de sus formas infantiles, sin embargo, una tendencia general llevó a los psicoanalistas a reducir esos orígenes paradójicos para mostrar sus convergencias hacia un fin de armonía.

De esta manera, el psicoanálisis parecía tener como único objetivo apaciguar la culpa, domesticando el goce perverso.

La experiencia moral de la que se trata en el análisis es también aquella que se resume en el imperativo original que propone el ascetismo freudiano, ese Wo Es war, soll ich werdwn. Ese yo, en efecto, que debe advenir donde eso estaba y que el análisis nos enseña a medir, no es otra cosa más que aquello cuya raíz ya tenemos en ese yo que se interroga sobre lo que quiere. No sólo es interrogado, sino que cuando avanza en su experiencia, se hace esta pregunta y se la hace precisamente en relación a los imperativos a menudo extraños, paradójicos, crueles, que le son propuestos por su experiencia mórbida.

El sujeto se someterá o no a ese deber que siente en él mismo como extraño, pero ¿Su verdadero deber no será acaso ir  contra ese imperativo?

Es importante preguntarse qué significa la ausencia del psicoanálisis en el terreno de lo que podríamos llamar una ciencia de las virtudes, una razón práctica, una orientación por el sentido común. A decir verdad, no se puede decir nunca que intervengamos desde el psicoanálisis en el campo de ninguna virtud. Abrimos vías y caminos y allí esperamos que llegue a florecer lo que se llama virtud, sin mucho entusiasmo. (2)

Y esto porque la presencia del inconsciente hace que la ética del psicoanálisis se inscriba en un registro distinto a lo que precede como tratado de Ética. No únicamente la aristotélica, también la hipocrática, o la que se desprende del Informe de Belmont.

Si, había dicho que es importante leer y trabajar la ética del psicoanálisis hoy, cuando se habla de un antes y un después del Covid, en el que el registro simbólico tiene configuraciones extrañas, señaléticas que indican la distancia que han de mantener los cuerpos, cuerpos recubiertos de envolturas defensivas y combativas, indicaciones silenciosas, códigos y plataformas para regular los nuevos lazos, gobiernos declarando estados de excepción para protegernos de un virus que está fuera de todo cálculo científico, que muestra la impotencia en el saber y en el modo de operar ante la muerte. Pero también la instalación de nuevas políticas globales para salvar vidas, recuperar economías… Leyes humanitarias, vuelos humanitarios que muestran su grieta, hemos de estar atentos a esas nuevas suturas, armados de un nuevo racismo que anuncia el riesgo de una homogenización más siniestra.

Ante el mandato uniforme, un esfuerzo de poesía y una lectura singular de la ética que orienta el psicoanálisis hoy.

Les deseo un recorrido entusiasta, un alegre saber, con detenciones en esas riquísimas referencias del Seminario que ofrece Lacan.

Personalmente quiero decirles que he trabajado por dos ocasiones en dos carteles y en momentos muy diferentes el texto, sigue siendo un Seminario de consulta permanente ante el que me sorprendo siempre, siempre encuentro un Lacan muy contemporáneo, muy vital.

Junio 1 del 2020

 Notas

(1) La ética del psicoanálisis- Red Umbral, umbral-red.org

(2) Lacan Jacques.  La ética del psicoanálisis, Paidós, Argentina, 1986.