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Introducción
Coincidiendo con los 40 años de la muerte de Velasco Ibarra, nos interesa abordar ese oscuro magnetismo del populismo. Tomaremos como referencias el texto «Los psicoanalistas lacanianos y la izquierda populista» de Antonio Aguirre, que apareció el año pasado en la revista Ecuador Debate N° 104; y el artículo del psicoanalista francés Eric Laurent: «Populismo y acontecimiento de cuerpo». También el argumento del IX ENAPOL: enapol.org/es/argumento-2/, donde se recuerda que J.-A. Miller señala que el psicoanalista no es como el sabio, que aspira a que las pasiones no lo conmuevan, sino como el santo asediado por esas pasiones que suscita y para las cuales no hay tregua.
Esta mesa busca dar cuenta de las lógicas, los modos de identificación y goce; indicar como San Juan, señalando con su dedo a la nada, eso que convoca a las masas, en el populismo. El surgimiento del líder, ¿se trata de una demanda popular de «carisma» o de la búsqueda de un amo feroz, -demanda propia, aunque no apropiada- del estado «líquido» contemporáneo? Una voz femenina dará su opinión sobre si la democracia y el Estado Derecho son garantías suficientes ante el estrago populista, cuando el Otro no existe. No está contraindicado hablar de casos de actualidad.
En contrapunto, existen prácticas y experiencias, como el psicoanálisis, que operan de otro modo, en un trabajo singular y colectivo, para hacer posible salir uno por uno, de las servidumbres voluntarias que hacen vivir de un cierto modo y dejan morir, de otro. El arte es una de las vías privilegiadas para agitar las pasiones, ¿qué dicen los artistas, en singular?… Además, escucharemos a un periodista quien viene de Quito y que testimonió de los «extraños acontecimientos» y el «error» que provocó el cierre ignominioso de un diario que «había bregado los 365 del año durante más de tres décadas», por parte de Superintendencias y policías, ordenados por una voz. Link: www.elcomercio.com/opinion/dia-diario-hoy-opinion.html
El Nombre del Padre, el capitalismo, la época y las a-dicciones
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Por: Juan Andrés Cando
La problemática de la caída del Nombre del Padre será trabajada por Lacan desde su texto ‘’Los Complejos Familiares en la formación del individuo’’ de 1938. En este texto Lacan abordó los complejos, denominación primordial de Freud tomada del trabajo de E. Bleuler y C. G. Jung. El Nombre del Padre, como lo trae Lacan, es la figura simbólica por excelencia que regula el goce e instaura el no todo, la posibilidad de un saber y hacer frente a lo real.
La decadencia del Nombre del Padre se ha ido mostrando a lo largo de los años, pero es a partir del final del siglo XX donde inicia su apogeo con diversas manifestaciones y movimientos como el movimiento gay, el auge de la medicina psiquiátrica, la multimedia, los polímeros para el consumo de la cirugía plástica, la pornografía, el movimiento hippie en contra de la guerra de Vietnam y la legalización de la marihuana. Es a partir de este punto donde las neurosis contemporáneas aparecen y dan cabida a las subjetividades débiles o frágiles. Es por eso que en la actualidad hablar de estructura a secas, no ayuda mucho en la clínica; son los matices, amalgamas de estas ‘estructuras’ con lo que nos encontramos en la clínica. Es aquí donde se apunta a la necesidad del sujeto, haciéndolo existir, sacándolo de lo general de la época a lo particular de su goce.
Zygmunt Bauman en su texto Amor Liquido hace referencias a los vínculos humanos a partir de la globalización y los cambios radicales que impone la sociedad. Estos vínculos serán líquidos, efímeros, buscando todo lo de fácil acceso y salida. Así es como son denominados centrándose principalmente en el amor. La época impulsa a una liquidez donde las acciones, relaciones y objetos se diluyen en el diario vivir de cada sujeto.
El discurso, dirá Lacan, es lo que se necesita para que haya sujeto. Es por medio del discurso que el sujeto hace lazo social. El discurso capitalista puede ser visto como el intento de un discurso; este no remite al lazo social, da lugar a la homogenización, a la generalidad. Desplaza al sujeto haciéndolo perder su particularidad por medio de objetos que llenen ese vacío, es por medio de esto que surgen nuevos malestares en la cultura, en la sociedad.
Es a partir de la caída del Nombre del Padre, la liquidez de la época y el discurso capitalista que podemos abordar y comprender una problemática cada vez más fuerte que es la adicción. La a-dicción como la problemática de no poder decir ya que el individuo se encuentra bajo un goce masturbatorio desligado de todo lazo social.
Las adicciones implican un consumismo de uno y para el objeto. Es decir, dentro del marco de las adicciones son los individuos lo que son consumidos dando lugar a las subjetividades endebles. Es el mercado justamente quien dota de todos estos objetos o gadgets para taponar esa falta y tratar de vivir en plenitud.
Es el momento de las subjetividades débiles, de las neurosis contemporáneas, de las nos relaciones sociales donde el sujeto se encuentra atrapado, como su fuese una gran red. Es por eso que la clínica dentro del marco psicoanalítico es tan rico, apuntando a la individualidad de cada sujeto y rescatándolo de lo homogéneo de la época a lo particular de sí, lo particular de su goce.
Bibliografía
Bauman, Z. (2014). Amor líquido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Bukowski, C. (2006). Mujeres. En C. Bukowski, Mujeres (pág. 194). Barcelona: Anagrama.
Lacan, J. (1972). El discurso capitalista. Milán, Italia.
Lacan, J. (2009). El mito individual del neurótico. Argentina: Paidós.
Preciado, B. (2013). Testo Junkie : Sex, Drugs, and Biopolitics in the Pharmacoprnographic Era. New york: The Feminist Press.
Sinatra, E. (13 de Julio de 2015). NEL Medellín. Obtenido de A IDENTIFICACIONES LÍQUIDAS, ADICCIONES SÓLIDAS : http://nel-medellin.org/bloga-identificaciones-liquidas-adicciones-solidas-1/
Conferencia: Embrollos de familia
Por: Mónica Febres Cordero de Espinel
Conferencia en el contexto de las actividades conjuntas entre la NEL y la Maestría en Psicoanálisis de la UCSG
En el Seminario 23, El Sinthome, Lacan dice: “Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla”[1]. En efecto el peso de la familia en el destino del sujeto es abordado por Lacan en diferentes momentos de su enseñanza. En un texto muy anterior, Los complejos familiares, escrito en 1938, estableció que la familia es primordial en la transmisión de las estructuras culturales, las cuales desbordan lo consciente[2]. La cultura establece los vínculos de parentesco porque legitima los vínculos de sangre; el parentesco resulta ser efecto del matrimonio en tanto acto significante signado por el intercambio de palabras. Así, indica en esta época que no es lo biológico lo determinante en la formación de una familia, sino lo propio al orden significante. Lo simbólico marca una legalidad a la que refiere la transmisión tal como la concibe entonces.
La transmisión como concepto tomará otro giro en los años 70, cuando Lacan escribe la Nota sobre el niño. En efecto, J. A. Miller, en un texto preparatorio a las XXXV Jornadas de la ECF, “El revés de las familias” regresa sobre la Nota y dice que, siendo un texto escrito desde la perspectiva del síntoma, lleva a reconstituir lo que sería la segunda perspectiva en la enseñanza de Lacan, es decir, la perspectiva del sinthome [3]. Es este paso el que me interesa subrayar: desde el privilegio dado a lo simbólico a la importancia que adquieren en la teoría y en la clínica la problemática del goce. Giro que implica el desplazamiento del sujeto del inconsciente al parletre.
En la Nota, Lacan dice que la familia conyugal tiene una función de residuo, se encuentra en estado de residuo. Miller lo destaca: se encuentra en estado de objeto a y en eso consiste lo irreductible de su transmisin. Transmisión que da cuenta de la constitución del sujeto en función de un deseo particular, no anónimo.
Lacan establece la importancia de que la madre tenga un interés particularizado, singular, hacia el hijo, y que el padre, por su lado, pueda sostener una encarnación de la ley en el deseo. Deseo encarnado, por tanto. Fue un error, advierte Miller, considerar que Lacan en sus desarrollos sobre la metáfora paterna exaltó la función del padre. Por el contrario, lo que indicó fue que en la familia se trata de una matriz de funciones que son semblantes.
La fórmula de la metáfora paterna que Lacan escribe es una relectura del Edipo freudiano. Introduce en las relaciones y en los embrollos familiares un elemento enigmático: el goce femenino que, en la fórmula, aparece bajo la sigla DM –que se lee deseo de la madre- y alude al “campo del goce femenino, el goce del Otro, que anida en toda unidad familiar”, como dice Miquel Bassols en la convocatoria al próximo Enapol [4]. La familia es un aparato que regula el goce; Bassols va mas allá de la función reguladora y dice que resguarda el goce innombrable, a veces insoportable. La pareja parental lo vela, vela eso innombrable que esconde el goce femenino.
En un primer momento, Lacan lo diferenció del goce masculino, y lo refirió a él; en su última enseñanza propone el goce de la mujer como principio del régimen del goce como tal. Lo cual puede leerse como el goce no edípico, fuera de la estructura significante y referido al acontecimiento de cuerpo.
Si bien no se desmiente la interdicción –función significante- introduce un giro diferente cuando descubre que en el goce femenino hay una parte no afectada por la castración y que, por ello, escapa al proceso de prohibición. Porción de goce no sometida al Nombre del Padre y a la ley.
Para Miller el goce femenino es no simbolizable, indecible, guarda afinidades con el infinito. Si se trata de un indecible por estructura, no tiene que ver con la impotencia sino con la imposibilidad, es el no cesa de no escribirse, índice de lo real.
Estamos en la teorización de Lacan a partir del Seminario 20, con los giros que trae sobre el goce, lo real y lalengua. El significante no sólo tiene efectos de significado, sino de afecto sobre el cuerpo y el síntoma deja de ser asunto de verdad. El sujeto del que se trata no es ya el sujeto de la lógica, sino el sujeto con un cuerpo, el parletre.
En el texto citado, Bassols utiliza el término “sujeto de goce” para marcar este paso del sujeto del significante al parletre y dice que cada ser hablante –cada parletre– es siervo del secreto del goce familiar, secreto que será decifrado en parte en el curso de un análisis. Porque hay en el goce algo que puede pasar al registro significante y algo que siempre escapa.
Las últimas conceptualizaciones lacanianas sirven para pensar las nuevas formas de las familias de hoy que no están dentro de la estructura clásica de la cual habló el psicoanálisis en sus comienzos en Viena. Hoy, dice Bassols, los vínculos familiares se hacen y se deshacen según las formas cada vez más singulares del goce sintomático. En estos contextos anida en efecto el enigma del goce de la madre. Excesiva o ausente: estragante. A menudo desregulada, inoperante la mediación paterna o el freno de ley alguna.
Embrollos de familia a ser abordados no desde la clínica del síntoma, es decir, desde la clínica del deciframiento en donde la lectura significante revelaba el secreto familiar sino desde la clínica del sinthome. ¿Qué implica esta última? La consideración del goce singular de cada ser hablante. Implica también la consideración de lalengua y de lo traumático del encuentro del significante con el cuerpo, en el acontecimiento de cuerpo. Es la clínica del parletre que absorbe la clínica estructural con la división entre neurosis, psicosis y perversión a la que daba lugar la primera lectura de la Nota. En la clínica del parletre hay que considerar dos vertientes, la de las identificaciones familiares y la de los acontecimientos de cuerpo. Sin embargo, no hay que olvidar la advertencia que hace Miller: no dejar de lado la investigación sobre la pluralización de los Nombres del Padre. La referencia al Complejo de Edipo freudiano sigue siendo necesaria para entender en una buena parte los embrollos familiares.
[1] Lacan, J., Seminario 23, “El sinthome”, Paidós Buenos Aires 2006, p 160
[2] Lacan, J., La familia, Barcelona 1978, Editorial Argonauta
[3] Miller Jacques-Alain, “El revés de la familia”, en Revista Consecuencias no 8, abril 2012.
[4] Bassols, M., “Famulus”, en Lacan XXI, Revista Fapol on line
¿Qué nos dicen los niños? Reseña de una conversación con Piedad Ortega de Spurrier
Por Jessica Jara. NEL-Guayaquil.
Empezaré señalando que la conferencia “El niño, sus síntomas y el psicoanálisis” de Piedad Ortega programada para el 15 de diciembre en un auditorio de la Universidad Católica resultó una entusiasta conversación. De ese modo, esta última actividad pública del 2016 organizada por la NEL, la maestría en “Psicoanálisis y Educación” y el CID, al momento de cerrar un año de intensa labor provocaba un trabajo necesario y por venir en el 2017.
Esa noche de jueves Piedad inició su comentario refiriéndose a una entrevista que un diario hiciera, tiempo atrás, a una docente. Nos dijo que le preguntaron entonces a la maestra si la educación había cambiado, a lo que ella respondió que los tiempos habían cambiado.
Pero, ¿qué es lo que ha cambiado?, es la cuestión que Piedad atendió anotando que en la actualidad: muchos niños y jóvenes no viven con sus padres o no pasan tiempo en común con ellos; “los panas” pretenden relevar la función paterna; el amor se basa en la libre elección; y, la forma más común de familia es la monoparental. Esto, para pasar a apuntar que ni la familia ideal ni la natural existen, y que lo esencial es que un deseo no anónimo incida en el sujeto, lo que no tiene que ver con el registro de los cuidados ni del todo-amor; sino con el que una madre pueda mostrar su falta: “su decepción”.
Otras preguntas planteadas fueron: ¿quién constituye para cada uno una familia? y ¿quién estructura esos lugares para ése* niño? Y se evidenció que la referencia capital sigue siendo la “Nota sobre el niño” que Jacques Lacan escribiera en 1969, siendo que aquí también podemos agregar que el ENAPOL de este año se apresta a desenredar los «asuntos de familia».
Piedad suscribió tomar como índice el deseo, sin desatender “la posición del niño en las generaciones” y, al remarcar el lugar que puede tener un niño en la familia como por ejemplo “ser el síntoma que divide a los padres”, nos resuena que estamos buscando captar algo de la lógica que mueve a “éste niño”, es decir que se trata de una clínica del uno por uno. Piedad acentuó que hoy no es tanto por ser síntoma que llevan al niño a la consulta sino cuando hay angustia. Y que cualquier cosa puede ser traumática para alguien si no la puede apalabrar.
Que el niño pueda ser “el síntoma en la institución” produjo, más adelante, intervenciones de estudiantes y psicólogos que querían repreguntar y decir su apreciación sobre la situación de las instituciones educativas en la actualidad. Piedad en este momento se refirió puntualmente al documental “Infancia bajo control”, el mismo que algunos tuvimos ocasión de ver antes.
Considerando que hoy se pasa rápidamente del ver al concluir, saltándose el tiempo de comprender; que hacen falta los juegos, los cuentos, las conversaciones, un referente simbólico para responder el enigma de la sexualidad y la muerte; y que si para sobrevivir se requiere ser escuchado: hay que pensar las estructuras y los modos de incidir en esas subjetividades. Piedad dice también que, por un lado los niños son víctimas de los medios de comunicación y por otro, de una pedagogía inapropiada y, que frente a cada vez más adelantos tecno-pedagógicos, ¿acaso el maestro tiene tiempo para pensar en lo que le pasa al niño y cómo él está transmitiendo?
En estos momentos los niños reciben nombres de todo tipo y destinos tempranos, -proliferan diagnósticos de manuales psiquiátricos-, de los cuales nadie es responsable. Y nadie le pregunta al niño por su síntoma. En este punto candente Piedad detuvo su discurso para dar lugar a una conversación que inició con un relanzamiento de las cuestiones por Mayra de Hanze, Directora del CID, preguntando por la posición del analista ante esta “urgencia de nominación que engancha de manera científica una medicalización”, y por cómo entender “un deseo que no sea anónimo”; y con la participación de Álvaro Rendón, por la Asociación de Estudiantes de Psicología, quien dijo que “la función materna y paterna no están encarnadas por ningún sexo”, y que la medicalización acalla el síntoma y busca reducir lo subjetivo a un problema biológico.
Con esta entrada, la conversación se abrió a un público concernido y algunas voces cuestionaron a un sistema institucional que desarrolla planes y proyectos, pero donde la palabra del niño no tiene lugar. Una intervención procuró un decir sobre la práctica en las instituciones que atienden urgencias, y mencionó la experiencia de Le Courtil, para entonces dejar oír su pregunta: “¿por qué los padres no vieron eso?”, ¿por qué no lo vieron venir? Se insistió en que los padres como “mejores amigos de sus hijos” lo que hacen es rehuir a su función. Y alguien dijo que hay que escuchar a los padres, preferentemente.
Piedad indicó que hay niños que no han tenido la opción de tomar la palabra y lo que les queda es la angustia en el cuerpo, que tienen acontecimientos de cuerpo, y que éste es su punto de interés actual. Que el análisis con niños es un intento de apalabrar lo real que constantemente está pasando, tratándose de convertir eso en una historia de sentido. Que no hay que darle más valor a las palabras de los padres que a la del niño. Que hay que escuchar lo que el niño quiere decir y acompañar que apalabre la experiencia aunque a veces no se trate sólo* de palabras, ya que si no se accedió a lo simbólico no hay cadena sino un Uno de goce. Mayra aportó que los psicoanalistas procuran que el niño se despegue de las nomenclaturas para que el niño pueda ficcionalizar, ubicando en ése niño un sujeto.
Y al final se planteó un giro a la pregunta que comúnmente se nos hace: ¿qué les decimos a los niños, hoy?, en tanto que se trata más bien de escuchar: ¿qué nos dicen los niños?
Quiero cerrar esta reseña con dos asuntos que Piedad de Spurrier planteó en la maestría. La primera fue que la intervención analítica apunta a la desburocratización de la educación, señalando que existe una afinidad entre el psicoanálisis y la democracia. Y la segunda, es una pregunta abierta: ¿cómo intervenir en la institución educativa sin banalizar nuestra acción?
*Hago valer la ortografía “antigua” aplicada a los pronombres demostrativos y el adverbio «sólo».