El factor actual del deseo*

Antonio Aguirre

En la última sesión del seminario sobre la ética del psicoanálisis Lacan declara que el tema es “excéntrico”. “Relativamente”. Porque si, en efecto, no se centra en asuntos conceptuales, ni clínicos, ni técnicos, la ética concierne al deseo, al Das Ding al que apunta y al que rodea la práctica analítica.

Hay lo que Lacan llama “la perspectiva del Juicio Final”, que es un juicio sobre nuestra acción y “el deseo que la habita”. Años después, en 1964, en el Acta de Fundación, en la tercera sección  de la Escuela, dirá que la ética es la praxis de la teoría. Otra vez hay una fórmula excéntrica.

La clase del 23 de marzo de 1960 (El amor al prójimo, libro 7) nos conduce al padre, al padre Freud, a las mujeres y a los tontos de capirote. Inmediatamente Lacan habla de “lo que se llama ideología”. Y hablando de la ideología de izquierda, después de haber descalificado a la canalla de derecha, dice que no se ve suficientemente que esa izquierda desemboca en la canallada colectiva.

El seminario muestra que el psicoanálisis es un cambio radical en la ética tradicional, la del servicio de los bienes, que utilitarista o socialista, es una ética del amo. El amo, en último término, distribuye bienes y administra amigos y enemigos. “La posición del poder, cualquiera sea, en toda circunstancia, en toda incidencia, histórica o no, siempre fue la misma” dice Lacan mencionando a Alejandro y a Hitler. Nosotros hoy podemos añadir  los líderes “emancipatorios”. Dicen siempre lo mismo: los liberamos de esto o de aquello, pero deben seguir trabajando, y los deseos, que esperen. El poder, sea capitalista o “socialista”,  siempre rechaza el deseo.

No hay en Lacan ninguna perspectiva revolucionaria, ninguna utopía. Dice en el capítulo anterior que el ordenamiento universal, el Estado universal, no resuelve para cada sujeto- en el corto tiempo entre su nacimiento y su muerte- la relación actual con su propio deseo, y que no se trata de “la felicidad de las generaciones futuras”.

El paso dado por la ética kantiana vació los propósitos de la ética clásica, donde se debía hacer “en la medida de lo posible”. El imperativo moral de Kant es un “debes” incondicional. Y es allí donde Lacan encuentra el lugar que ocupa el deseo. Lo enuncia como una interrogación: ¿has actuado conforme a tu deseo? La paradoja ética se concluye: eres culpable de haber cedido en tu deseo. Lo cual quiere decir que el sujeto se ha orientado por el servicio de los bienes y del poder que los administra, por el prestigio – la fama-, por el poder – el dominio – y por las posesiones – la riqueza -. Son estas las inclinaciones “patológicas” de las que habla Kant para objetarlas como fines éticos. Para Lacan el único bien válido es el que sirve al sujeto para pagar el precio del acceso al deseo, o como lo dice en la clase del 22 de junio, para conquistar su propia ley, la que se comenzó a articular en las generaciones precedentes y que es “pariente de la infelicidad”.

Lacan nos pone en guardia ante la ciencia. Rehúsa que el psicoanálisis pueda entrar en el marco de las ciencias humanas, pues estas van en el camino de ser ramas del servicio de los bienes y de los poderes “inestables”. Cita al cardenal Masarino- y lo elogia diciendo que fue uno de los pocos que funcionó “a la cabeza de Francia”-. La política es la política, pero el amor sigue siendo el amor, habría dicho este cardenal del siglo 17. Voltaire, en su “El Siglo de Luis XIV”, no habla tan bien de este ministro de la monarquía francesa, y si en ese siglo no había ni derecha ni izquierda, no es de eso de lo que se trata, sino del amor, que este cardenal supo que no se debía poner a disposición de ningún amo.

La ciencia para Lacan es la ciencia física,  que rodea su Das Ding, como una sublimación siniestra, sin saber cuál es su deseo. En los años 70’ el lugar lo ocupará la Biología, con sus laboratorios productores de microorganismos fatales.

Finalmente, volvamos a las mujeres- llenas de promesas- y los tontos de capirote – que “son otra historia – en cuyas manos Freud dejó el psicoanálisis. Lacan dice que incluso Freud escribió su Psicología de las masas pensando en la institución que había fundado.

En sus seminarios Lacan debate con la IPA, a la que él necesitaba como auditorio, porque era allí donde estaban los analistas. La IPA en cambio no lo quería ni lo necesitaba, y finalmente lo excomulgó y lo destituyó de su lugar de enseñante. Aun así Lacan  siguió dirigiendo su enseñanza también a sus colegas de la IPA, y la tercera sección de la Escuela – que fue la institución que él fundó- tenía que censar todo lo que se producía y se reclamaba como psicoanalítico.

La práctica analítica es el factor actual del deseo,  de ese deseo que tiene sus antecedentes, su serie constitucional y su serie disposicional. Ese deseo no se debe ceder, ni por temor ni por compasión a  tontos y canallas.

*Conclusiones del seminario 2020 del CID Guayaquil sobre el libro 7 de J. Lacan.