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Conversatorio “Legislaciones, derechos y clínica psicoanalítica, ante la protocolización del mundo educativo”*

Por: Ivonne Espinoza – Participante del Observatorio de FAPOL “Legislación, Derechos, Subjetividades Contemporáneas y el Psicoanálisis”.

Desde que Jéssica me invitara a ser parte de este Conversatorio, llamó mi atención el título del mismo, dos términos especialmente: “mundo -educativo-” y “protocolarización”.

Mundo, es una expresión que he escuchado, desde distintos actores de la educación: autoridades, psicólogos, docentes, por supuesto.

Algunos para aseverar que su institución es un mundo distinto a otros (a otras instituciones) y, también para referirse a sus estudiantes, a las familias: El “mundo en el que viven los niños y los jóvenes”, del “mundo que le han construido sus padres”.

¿Se trata entonces, de una Institución donde se encuentran los mundos? Encuentro es introducir ya una apuesta, conversaremos de qué apuesta se trata.

Es posible escuchar también, las quejas, los impasses con los que se encuentran los docentes a la hora de educar, esto supone que hay docentes que desean educar. En ellos quiero detenerme también esta noche.

Ellos no dirán la ‘protocolarización’ de su mundo, son sencillos, dicen cosas como: “¡Esto es puro papeleo!”, y se preguntan: “¿Y a qué hora doy clase?” O exclaman: “¡Todo es evidencia!”.

Puede entonces un docente alojar a un estudiante, provocar que un joven desee ir al colegio, que un niño haga de la escuela un lugar, su lugar; pero cuando algo de esto no está en el registro (una ficha, una foto, un informe) y haya sido ordenadamente cumplido, desde lo que dicta la ley, quedarse del lado de la inexistencia, ¿lo que no se muestra no existe?.

Pareciera una encrucijada, “los imposibles de enseñar”. Manoni, en su texto La Educación Imposible planteará que el problema no es sólo teórico o doctrinal. Hay que inventar, que re inventar continuamente una práctica.

¿Qué oferta un docente desde su práctica?, en esta época en la que los protocolos, las rutas, han ingresado a su salón de clase y de donde deben salir las evidencias. Se vuelve imperativo “elevar” (término jurídico) elevar la experiencia docente a la constatación visual, tangible y medible.

Mismos protocolos para distintos niños, niños ubicados como casos. Jóvenes aburridos, docentes agotados.

¿Qué discurso nos empuja a consumir rutas, consumir los insumos protocolizadores?, ¿Cómo es que el criterio del docente, el saber sobre su estudiante queda invalidado?

Insisto en decir que los he escuchado, porque eso implica que hay un relato, que hay una experiencia (docente) transmitida en palabras. El ser de la palabra.

Un relato, donde opera también la pregunta…

  • ¿Por qué una única ruta, no necesariamente produce una salida para la ‘problemática’?.
  • Un estudiante no es igual a otro, ni un estudiante es igual todos los días.
  • Si los ‘expertos’, son los que dicen lo que hay que hacer, ¿Por qué no siempre se producen los efectos esperados?.

No es casual que se avance en aras de los protocolos, porque es la propuesta del todo-regulado, que nada se escape. No es el docente más, la autoridad en su salón, porque se encuentra frente a la exigencia de que se ajuste estrictamente a lo estipulado.

Manzotti en el texto Desafíos en las Escuelas I señala: “Se inhabilita a los padres y a los maestros, se adormecen cumpliendo las pautas y los protocolos indicados por el especialista. ¿Qué efecto produce esto? Que los niños quedan solos, sin nadie que los aloje”.

¿Adormecer o desobedecer?

Los docentes son creadores, capaces de acoger a niños resistentes a la relación con el otro y convertir una escuela en un mundo donde la creación los guía.

¿Habrán creado la desobediencia como una maniobra en la que la apuesta del encuentro y la inventiva se pone en marcha?.

Sin duda alguna dan cuenta (sin percatarse o no) de aquello singular en cada uno de los estudiantes, y claro en cada uno de ellos en su ejercicio.

El mundo del niño y del adolescente, encontrándose con el mundo de sus educadores, ¿qué puede sostener la acción escolar, sino es el deseo del docente por su función?. Función que toma distancia de las ofertas actuales, no es cualquier época ante la que se enfrenta el acto escolar, es la época de la eterna felicidad, de la medicalización de comportamientos, de las diferencias percibidas como perturbadoras.

Por Freud, estamos advertidos de que Educar, es una de las tres profesiones imposibles, pero imposibles porque algo se escapa, sabemos bien que la burocratización persigue lo contrario; lo que está en juego es que los niños y los jóvenes están en las instituciones escolares, como su forma de inserción en lo social, donde la burocracia exige que los adultos retrocedan y abran el paso a la intervención externa, evaluaciones que concluirán en tratamientos (de todo tipo). Una situación propia de los jóvenes y su acto de socializar rápidamente ‘elevado’ a una situación de riesgo…E incluso trabajar para la prevención. La burocracia obturando la inventiva, al saber pedagógico, se cataloga a los comportamientos como patologías y a los docentes como una extensión del terapeuta.

No-obediencia, para lograr detenerse, para enunciar que sus estudiantes no calzan en todas las casillas.

¿Qué hace que un niño quiera enseñarle a su profesora el trabajo realizado, sino es lo que ésta le devolverá en palabras?  ¿Qué se genera en un docente cuando recibe al grupo más difícil de la secundaria, y aún así no renuncia? (Renuncia, entendida como la acción de retroceder frente al acto escolar).

Desearía proponer para la mesa de conversación, entre nosotros y quienes han decidido asistir hoy, esa forma ¿subversiva? que ha encontrado el docente en el país frente a lo que ha ingresado a su mundo, de manera disruptiva.

Hebe Tizio, a manera de conclusión en el libro Re inventar el vínculo educativo afirma: Se trata de que cada uno haga lo mejor posible su tarea de albergar la particularidad del Sujeto, que es a lo que éste tiene ‘derecho’.

La clínica psicoanalítica por la apuesta de una lectura, entre varias, en las que un docente es también alojado en una institución, ir construyendo una buena manera.

Hacer con ese resto de la protocolarización.

Lacan, en 1953 en Función y Campo de la Palabra dirá: “Mejor que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”.

*Fecha del Conversatorio: 16 de agosto de 2019. Lugar: SUM de la Facultad de Filosofía de la UCSG.

El rol del educador: Lo posible en lo imposible*

Por: Andrea Robles

Participante del Observatorio de FAPOL: “Legislaciones, derechos, subjetividades contemporáneas y el psicoanálisis”.

Una institución parte de la función de articular necesidades, por medio de la identificación de ideales, sin embargo, esto no es suficiente, siempre hay algo que se escapa de lo general, develando lo más singular: el goce pulsional, aquello es visto como lo que no anda, lo que no se acopla, lo que no cumple con el ideal, y que se intenta civilizar, lo cual genera síntomas; y es  que cuando un sujeto está dentro de una institución educativa  pierde algo de este goce, para poder entrar en el lazo y en el campo del aprendizaje (Udenio, 2005). A esto también se sujeta un educador, quien se presta para cumplir con las normas y los protocolos del sistema educativo, el cual intenta erradicar lo imposible de la educación.

En el trabajo realizado del grupo de Psicoanálisis aplicado, expuesto anteriormente en la UCSG, se planteaba un rol del psicólogo más allá de la demanda institucional, sin ignorarla, y en generar un espacio de escucha, sin embargo, estar dentro del ámbito educativo me lleva a cuestionarme sobre aquel educador que a pesar de los impases que se pueden presentar en el aula y de la burocracia con la que se enfrenta en su labor, puede percibir a sus estudiantes no como objetos de la educación, sino más bien como sujetos, y se ingenia maneras de transmitirles, sostenerlos e inspirarlos. Lo cual no es nada fácil.

Cada sujeto de la educación puede presentificar para un educador una interrogante, una incógnita que puede hacerlo desear saber, en el que puede ubicar algo que lo causa, o al contrario, puede provocarle un rechazo, un no querer saber, lo cual tiene relación con lo éxtimo, e implicará una posición ética para hacerse cargo o no.

Demanda

Deseo

Aquí también entra un punto de tensión entre la demanda institucional y el deseo del educador, pues tendrá que partir de la dificultad con la que se enfrenta, para ver la posibilidad de su acción, y podrá cuestionarse qué lugar tiene lo que le piden en su deseo, y cuál es el alcance de su acción, quedarse en la demanda o ir más allá, sosteniendo “el deseo de pasar a otros los dones recibidos” (Udenio, 2005).

Esto no significa que se deba abolir la demanda institucional, ya que esta implica el rol asignado (Benedito, 2003) en un espacio reglado por normativas y protocolos que todos deben cumplir con una uniformización, con la norma ideal, sino más bien trata de que el rol del educador pueda oscilar entre la demanda que exige la institución, y la demanda (el malestar) del sujeto de la educación. Es decir, considerar que hay un sujeto afectado por su relación con el mundo, con su familia, con sus pares y con sus propios impulsos pulsionales siempre de un modo singular (Udenio, 2005), y no tacharlo o ignorarlo, más bien acoger su singularidad y darle un lugar, donde pueda surgir la posibilidad de inventar un modo de despertar en él un deseo de saber.

En la película La Sociedad de los Poetas Muertos (Weir, 1989) podemos ver un sistema educativo estricto, en un colegio de varones en los que rigen 4 pilares: “Tradición, Excelencia, Disciplina y Honor”, y la historia se basa en la relación que un grupo de adolescentes establece con su nuevo profesor de “lengua inglesa”: Mr. Keating -ex alumno de aquel colegio-, quien se sale del estereotipo pedagógico al cual estaban acostumbrados, en donde las clases eran lineales, y el educador ocupaba el lugar de un Amo, dueño del saber a quién tenían que obedecer. Por otro lado, si describimos la manera de impartir las clases de Mr. Keating podremos decir que su particularidad radica en todas estas acciones que dividen a sus estudiantes, y a la vez los causan, desde arrancar hojas del libro, subirse al escritorio para simular las diferentes perspectivas, hasta improvisar versos en clases, haciendo que el aula actúe como un “lugar donde se trabaja, se elabora y se transforma algo para ser utilizado” (Roselli, 1999, p.14) y donde se aprende haciendo.

“El educador puede hacer de su saber textual algo vivo” (Ahumada, 2019), es decir, que estos conocimientos que imparte resuenen en algo singular que pueda captar el interés del sujeto, algo lo toca, lo cual impone un tiempo de constitución-construcción de algo. Proponiéndose un verdadero trabajo de apropiación de conocimientos.

“Aprenderán a saborear la palabra y el lenguaje”. “Las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo”, estas son algunas frases que Mr. Keating utiliza dentro de sus clases. En el transcurso de la película veremos que este educador enfatiza a sus estudiantes la necesidad de pensar por ellos mismos, acompañando en el proceso para que cada uno de ellos logre alcanzar un saber no solamente sobre la literatura, sino también sobre sí mismos.

En una escena, Keating le señala a uno de sus estudiantes que por su expresión parecía que cuestionaba la relación que podía tener la literatura con los negocios o la medicina -carreras predestinadas por sus padres-, seguido de esto, les enfatiza: “No leemos y escribimos poesía porque es tierna, leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana, y la raza humana está llena de pasión… La medicina, la abogacía, los negocios y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para la vida, pero la poesía, la belleza, el romance, el amor, son cosas por las cuales vivimos”, a esto agrega que la vida sigue y que cada uno puede contribuir con un verso, y plantea la pregunta: ¿cuál será su verso? Aquí introduce una interrogante sobre lo más propio de cada uno, dejando de lado por un momento, los ideales paternos que eran obligados a seguir, es decir, este educador no se ubica en el imperativo “tienes qué…” al que estos adolescentes estaban acostumbrados, más bien lo contrapone con el ¿qué quieres?

En relación a esto, Beatriz Udenio, en su texto “Niños de la época”  (2005) menciona que, en el Seminario de La angustia, Lacan propone dos modos de ofrecerse como interlocutor para captar la causa del padecimiento del sujeto.

  1. Una de ellas implica una ayuda impuesta en pos de un ideal humanitario, acompañada de una vertiente pedagógica “te amo..aunque no lo quieras” forma dictatorial de la transferencia, que en el campo pedagógico podría ser un “Te enseño.. aunque no lo quieras”, o “aprenderás aunque no lo quieras”- fórmula donde quedaría forcluido el deseo del operador que enseña.
  2. La otra fórmula, que el mismo Lacan nombra como “fórmula irresistible”, se enuncia de este modo: “te deseo aunque no lo sepa”, se trata de una formulación más propia a una causa deseante, en el que se ofrece un lugar en el que el saber no es ostentado por el interlocutor, sino que reposa en la suposición de que hay un saber que cada sujeto porta y que puede construir sobre aquello que su mal-estar puede querer decir.

Se refiere a que el educador pueda abrirse a saber sobre una posición enigmática, entrar en un laberinto con otro –estudiante- y dejarse guiar por él, dejarse enseñar por él, y en esta relación hay una mutua transformación.

Por otro lado, hay que considerar que los estudiantes de la película se encontraban en el despertar de la adolescencia, y también en el despertar que le produce este educador hacia el saber, y es que logra enlazar algo de este despertar sexual, con su doctrina, hablando del amor, de la belleza, y de cómo la literatura puede hacer frente al otro sexo. Siguiendo esta línea, se puede enfatizar que La Sociedad de los Poetas Muertos, aparece como un espacio identificatorio, en el que no solo leen poesía, también producen, y se cuestionan inspirados por su educador, y en donde encuentran una manera de hacer frente a lo real de la sexualidad.  Sin embargo, a pesar de que los métodos de Keating, generaron una libertad de pensamiento y gusto por la poesía, no se basaban en la enseñanza uniforme que exige la institución, por lo que fue vista por este Otro de la institución como una manera de salirse de los parámetros y del currículo que debería de seguirse tal cual viene en el programa, dejando de lado la demanda institucional y lo asignado por esta. Por lo que Mr. Keating termina perdiendo su trabajo.

Para Gloria Benedito (2003) la posibilidad del rol del operador radica en conocer el rol asignado sin abolirlo, sino desenmascarándolo, pudiendo discriminar entre lo que es posible de asumir y lo que no a partir de una decisión ética, abriendo la posibilidad hacia una práctica diferente.

Más allá de la ficción, es necesario enfatizar que esta decisión ética permite una manera de hacer algo frente a lo imposible de educar, sin ignorarlo, sino más bien, partiendo de los impases que se suscitan para seguir intentando, seguir haciendo a pesar de lo frustrante que en algún momento puede resultar.

Referecias Bibliográficas:

Benedito, G. (2003). Rol del psicólogo: rol asignado, rol asumido y rol posible. En N. Braunstein, M. Pasternac, & G. Benedito, Psicología, Ideología y Ciencia (págs. 403-419). Buenos Aires: Siglo XXI.

Udenio, B. (2005). Niños de la época.

Weir, P. (Dirección). (1989). La Sociedad de los Poetas Muertos [Película].

Ahumada, L. (2019). Apuntes de la asignatura «Discursos y Dispositivos en el ámbito educativo». Sistema de Posgrado, Maestría en Psicoanálisis y Educación, III Promoción UCSG.