Archivo de la categoría: Boletín Violencias y Pasiones

Ó N

 
La Nueva Escuela Lacaniana se complace en invitarlos a la presentación de «VIOLENCIAS Y PASIONES»
publicación que compila el trabajo local de académicos, artistas, escritoras, psicoanalistas y cartelizantes
hacia las IX Jornadas Regionales de la NEL dedicadas a estas palpitantes temáticas.
El lanzamiento será en la FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO 2017
 
Contaremos con los comentarios del docente investigador Héctor Chiriboga A.
Lugar: Centro de Convenciones. Salón: «José de la Cuadra»
Fecha: 6 de septiembre (Día de la inauguración de la Feria)
Hora: 18h00

BOLETÍN # 18 “VIOLENCIAS Y PASIONES”

ix jornadas nel

Con este escrito de Mayra de Hanze que nos trae líneas escogidas en relatos de Roberto Bolaño hablando con su magnífico estilo, de terror, de soledad, de muerte, de rabia y violencia, llegamos al último boletín. 

Terminó el tiempo preparatorio, y estamos listos para recibir en Guayaquil a nuestros invitados y asistentes a las IX Jornadas de la Nel.

Las violencias, las pasiones, en plural, múltiples, han sido abordadas desde distintas percepciones, de la sociología, la literatura, la pintura, la clínica psicoanalítica, la arquitectura, en la amplitud de los escenarios públicos, históricos, o en lo privado cotidiano, hasta lo testimonial, a través  de las singulares reflexiones de quienes se han sumado con entusiasmo y generosidad a nuestro estudio del tema de las Jornadas, haciendo visible la presencia de la violencia en los diversos aspectos de la convivencia humana.

Llegamos a este punto complacidos de los vínculos que el boletín ha suscitado. Gracias y nuestro afecto a cada uno, colaboradores y lectores, que hicieron posible la realización del boletín preparatorio a las IX Jornadas.

Ana Ricaurte

Amberes

Amberes es el nombre de un libro de relatos de Roberto Bolaño pero también es el nombre de una ciudad, la segunda más importante de Bruselas. Su nombre encierra una leyenda de violencia; Hace muchos años en Amberes vivía un gigante llamado Druoon Antigoon, habitaba el castillo Het Steen que queda a orillas del río Escalda. Todas las personas que venían en barco a la ciudad debían pagarle al gigante, sino lo hacían, Antigoon le cortaba la mano y la tiraba al río.

Del imperio romano, mandaron a un centurión, Silvio Brabo, este pequeño venció al gigante, le cortó la mano y la lanzó al río.

El nombre de la ciudad Amberes es Antwerpen en flamenco, y significa lanzar la mano. La mano del gigante es símbolo de Amberes, la vemos por todas partes, especialmente en chocolates y galletas  

Pero Roberto Bolaño nos dice:

Escribí este libro, Amberes, para mí mismo, y ni de eso estoy  muy seguro. Durante mucho tiempo sólo fueron páginas sueltas que releía y tal vez corregía convencido de que no tenía tiempo. ¿Pero tiempo para qué? Era incapaz de explicarlo con precisión. Escribí este libro para los fantasmas, que son los únicos que  tienen tiempo porque están fuera del tiempo. Después de la  última relectura (ahora mismo) me doy cuenta de que no sólo el tiempo importa, de que no sólo el tiempo es motivo de terror. También el placer puede aterrorizar, también el valor puede aterrorizar.

Por supuesto, nunca llevé esta novela a ninguna editorial. Me hubieran cerrado la puerta en las narices y habría perdido una copia. Ni siquiera la pasé, como se suele decir, a limpio. El manuscrito original tiene más páginas: el texto tendía a multiplicarse y a reproducirse como una enfermedad. Mi enfermedad, entonces, era el orgullo, la rabia y la violencia. Estas cosas (rabia, violencia) agotan y yo me pasaba los días inútilmente cansado. Por las noches trabajaba. Durante el día escribía y leía. No dormía nunca… Me mantenía despierto tomando café y fumando.

 Fragmento del relato 28- Un lugar vacío cerca de aquí

Tenía los bigotes blancos o grises…<<Pensaba en mi situación, de nuevo estaba solo y trataba de entenderlo>>…<<Sé que hay un lugar vacío cerca aquí, pero no sé dónde>>…

Fragmento del relato 33- La pelirroja

…Sus ojos eran fríos, a veces aparece en mis pesadillas, sentada en la sala de espera de una estación de autobuses. La soledad es una vertiente del egoísmo natural del ser humano. La persona amada un buen día te dirá que no te ama y no entenderás nada. Eso me pasó a mí. Hubiera querido que me explicara qué debía hacer para soportar su ausencia. No dijo nada. Sólo sobreviven los inventores. En mi sueño un vagabundo viejo y flaco aborda al policía para pedirle fuego. Al meter la mano en el bolsillo para sacar el encendedor el vagabundo le ensartó una navaja. El poli cayó sin emitir ruido… La pelirroja se aleja arrastrando su moto por una avenida arbolada…<<Asquerosamente inmóvil>>…<<Le dice a la niebla: todo está bien, me quedo contigo>>…

Fragmento del relato 38- La pistola en la boca

…La guerra la he tenido en mí mismo desde hace tiempo, de ahí que no me afecte interiormenteescribió Klee… ¿Era Gaspar el que contaba historias de policías y ladrones?  Le pusieron la pistola en la boca y con los dedos le taparon la nariz…Tuvo que abrir la boca para respirar y entonces empujaron el cañón hacia adentro…En el centro del telón negro hay un círculo rojo…Creo que el tipo dijo mierda o mamá, no sé…

Compiladora

Mayra de Hanze

BOLETÍN # 16 “VIOLENCIAS Y PASIONES”

ix jornadas nel

En el campo de escritura de este boletín, se encontrarán, de inicio, con una formulación nueva: una crítica no-toda. Una crítica que no puede ser hecha ya sin reservas, ante el retorno de lo real de la utopía, falsa y mortífera salida al malestar de la civilización.

Héctor Chiriboga, en dirección a la plenaria “Violencias y guerra”, hace una hystorización de la vida militante que marcha con la voz marcial del superyó, para dar cuenta allí de cómo la pregunta implicada: “¿qué hago yo aquí?”, -psicoanálisis de por medio-, posibilita el surgimiento de las coordenadas de lo que no marcha; para de este modo, tornar la tragedia en comedia, y pasar de hacer-la-frontera a inventar un “entre”: un litoral ético singular.

Los convoco a leer esta cartografía de peripecias, giros y rupturas, en una mostración de la mutación de un gusto por la guerra. Entonces se nos enseña que «lo militar» puede animar una militancia; y que la militancia recubre lo irracional, lo desarmado, lo imposible de decir de la guerra. Guerra que, como indica Marie-Hélène Brousse: no es sin un discurso; es decir que la guerra, -en estricto-, tampoco puede ser hecha sin reservas.

En un escenario intelectual gobernado por lo políticamente correcto, este texto es, sin duda, una muy valiosa contribución. ¡A leer!

Jessica Jara, Responsable del Boletín.

 

 LO MILITAR QUE ANIMABA LA MILITANCIA

 boletin-16

 

“Nunca he estado en ninguna batalla;

ni la he presenciado de cerca,

ni la he oído de lejos,

ni he visto sus secuelas”.

John Keegan, El rostro de la Batalla.

 

Por Héctor Chiriboga A., Profesor Universitario. Master de la FLACSO.

 De una crítica que ya no es sin reservas.

Las siguientes notas surgen de una situación particular, una conversación, con amigos, conocidos y un público, en un ambiente universitario, aunque fuera de la formalidad que ahora –y cada vez más- conocemos como “La Academia”. Estábamos convocados por la idea de “volver a empezar…volver a pensar”, para poner en palabras, ciertas memorias, sobre lo que fue el proyecto de la transformación política en la modernidad y su expresión más notable, la revolución. ¿Era posible, -y necesario- dados los resultados de las utopías revolucionarias volver a empezar y volver a pensar la crítica al Capitalismo?, y de ser así, ¿cómo debía ser esta crítica?

Invitado a participar surgió -casi inmediatamente- por un lado, la idea de que la conversación debía dar cuenta de la crítica al capitalismo y por otro lado, la percepción de que debía también ser criticada la vía de la crítica al capitalismo. Me explico mejor, luego de una historia personal de militancia política dentro de la izquierda durante los 80´s, y al observar cómo, casi 30 años después retorna, desde el Estado, un discurso similar, me cuestiono e interrogo la retórica de la crítica al capitalismo: ¿es necesario cuestionar al capitalismo?, ¿desde dónde?, ¿con qué objetivos?

Dije en la conversación que sí, había que pensar de nuevo la crítica al proyecto moderno, pero que esta no podía ser hecha sin reservas, pues si bien es cierto que sufro -¿sufrimos?- el embate del sistema en el que, con vaivenes, se han turnado el mercado y el Estado para disponer de mi tiempo, exigiendo productividad y el olvido de sí -en el peor de los sentidos- por otro lado, no es menos cierto que la apuesta por la retórica antisistema, que recupera el horizonte de la utopía, despierta las alertas sobre lo real de lo que, históricamente, estuvo hecha esa utopía.

Militancia

Entré a militar en una organización pequeña de la izquierda revolucionaria de Ecuador. Pequeña, pero poderosa en términos de desarrollo teórico de las propuestas y las tesis que habrían de permitir la realización de la revolución en el Ecuador, en un momento en el que esta tenía su mejor expresión en los movimientos guerrilleros presentes en América Latina.

La formación que tuve fue teórica… pero sólo en una pequeña parte, dado que, curiosamente, los cursos de formación marxista leninista de los que se habían nutrido nuestros dirigentes, aquellos que nosotros considerábamos los cuadros revolucionarios, no daban el mismo resultado con nosotros, quizás porque éramos, como lo dijo un dirigente «hijos de la democracia», es decir, éramos de un tiempo en el que la lucha revolucionaria, sin dejar de serlo, se había vuelto menos clandestina y compartimentada, más abierta, más relajada y por ende menos disciplinada.

Esa formación era práctica también, esta vez, en el sentido de las cosas que había que hacer como militante: agitar, escribir volantes, hacer activismo, pertenecer a estructuras abiertas -y luego, con el tiempo, semi clandestinas-. Pero no había práctica militar propiamente dicha y nunca la hubo, sino hasta un momento antes del final.

La organización se planteaba seriamente la realización de la revolución en el Ecuador, entendiéndola como un movimiento de masas donde se articulaba lo campesino indígena -definiéndolo como una alianza étnica y de clase-, la cuestión de género y la religiosidad popular a través de las llamadas Comunidades Eclesiales de Base (CEB´s), que se articulaban ideológicamente a la Teología de la Liberación. En el sentido de lo anterior, lo importante durante mucho tiempo fue hacer trabajo de base para ampliar la militancia política, cuestionando la democracia como forma de Estado y sus instancias, es decir, las elecciones y el parlamento como espacio de poder. Las cuestiones militares nunca aparecieron o lo hicieron débilmente al final, cuando se empezó a discutir el tema de manera teórica y se movilizó a alguna gente -yo no estaba entre ellos- hacia escuelas de formación político-militar que otros grupos llevaban y a las que nosotros, como organización, nos articulamos.

Vino, sin embargo, la Caída del Muro de Berlín y con ello, el fin de los procesos de lucha armada principalmente centroamericanos -El Salvador y Guatemala[i]– y el fin de nuestra organización y la dispersión de todos hacia las actividades que, en la otra vida real, se llevaban adelante: el trabajo y los estudios. De hecho el fin de la militancia, en palabras de uno de los dirigentes, debía llevar a que «ahora cada uno se haga empresario». La idea que en ese momento me pareció chocante, pues el empresariado siempre fue visto como el enemigo. Curiosamente ahora encuentra un cierto fundamento: revisando los casos de ex combatientes norteamericanos de la Segunda Guerra Mundial, observo como algunos de ellos, luego de su experiencia en la guerra, se desarrollaron como gerentes, propietarios, conductores de hombres en la vida civil. Y lo mismo significó para algunos miembros de la revolución salvadoreña[ii] que incluso se hicieron consultores en seguridad y contra terrorismo, de gobiernos que anteriormente habían sido calificados de «imperialistas». Y es que ahora entiendo que la preparación de los dirigentes revolucionarios, era de tal naturaleza, que debía ponerlos en condiciones de conducir hombres, en cualquier situación. Veo que ahí hay algo… una sustancia común, en el militar y en el militante.

Siempre consideré un acto de sabiduría el «bajar la puerta lanford» del quiosko de la tienda política revolucionaria a la que pertenecía, pues me evitó el conflicto que habría significado el continuar en un espacio y en una acción que me hubiese enfrentado al único hecho cierto de toda esa militancia: el matar. Y es que, si éramos militantes revolucionarios, si continuábamos siéndolo, ese era el único -y verdadero- destino para el camino trazado. Otras prácticas, como las elecciones o la participación en las instituciones democráticas sólo podían ser espacios de acumulación de fuerzas, cuando no directamente lugares de contaminación de la ideología democrática de la burguesía.

Exploro las motivaciones de las que estaba hecha esa militancia y descubro la existencia de un orden de ideas al que llamo “la referencia paterna”. Pertenecer a la izquierda, en ese momento particular –los 80´s-, durante el gobierno de Febres Cordero, era para mí –con pocas dudas- hacerse cargo de las antipatías, los rencores y los odios paternos. Serrano de nacimiento pero radicado en Guayaquil desde temprano, con mujer guayaquileña e hijos nacidos en la ciudad, mi padre nunca pudo integrarse de una manera tal que dejara de repetir lo mal que lo habían hecho pasar las élites económicas y políticas de la ciudad, “los patricios”, como le gustaba llamarlos con tono despreciativo. Por otra parte, y en un momento relajado, caminando con la novia, también militante, por el barrio burgués en el que vivía, descubrí en mi decir, lo que de rapiña tenía mi militancia: “…esa casa será nuestra”.

Hubo también mucho de fantasía -ahora lo puedo reconocer- en esa experiencia militante…y esa fantasía era militar y estaba vinculada con la guerra. Recuerdo que conversaba con un compañero –así nos llamábamos a nosotros mismos- sobre los temas prácticos y operativos, sobre los uniformes -cosas que ahora se me antojan infantiles, como si son de tal o cual color- y las armas y sobre las guerras revolucionarias.

Y ya en ese entonces, sabía que mi adscripción a esa organización política sólo podía darse en función de «lo militar”, donde la referencia  a la clase o a la etnia -como motivación para ser militante- no podía ser más lejana a mí, pues yo no era sino un pequeño burgués y blanco-mestizo a todas luces. Y era una referencia poderosa que, como he dicho arriba, enganchaba en su origen -ineludiblemente- a lo paterno. Mi padre era militar -oficial de marina para ser preciso- y a partir de él construí ese imaginario lleno de historias épicas, escuchadas en muchos días de infancia. Ahí se instaló el ideal de ser militar. Ahora bien, este ideal -me pregunto- ¿tenía la verdadera fuerza de los ideales? es decir, ¿era un mandato que impulsaba a la acción? Desde el principio, la referencia ineludible -rodeada de significantes guerreros: Héctor y Aníbal, los dos nombres de mi padre; Guerra, el apellido de su madre- se mostró ambivalente frente a lo militar: él, quería ser médico, pero el abuelo le puso como única opción ser militar; era crítico al mundillo de intrigas al interior de la Marina pero logró ascender hasta un grado relativamente alto y siempre estuvo agradecido de pertenecer a ella, a pesar de considerarla una fuerza conservadora y de cuestionar –en privado, esto es, solo frente a mí- una parte fundamental de su historia: el combate naval de Jambelí[iii].

Si el ideal estaba cuestionado desde el origen, ¿por qué entonces continuaba ahí dentro? Por obedecer, porque ser militante era ser obediente -aunque los dirigentes hablaran de la necesidad de la  reflexión teórica y de la adaptación creativa del marxismo a las condiciones concretas de la realidad ecuatoriana- y también ser eficaz;  era ser autocrítico  y sobre todo era ser sacrificado, es decir, sacrificar-se el sueño, el descanso, el estudio, la familia, los padres, los amigos…era ser sacrificado, ahora en el sentido de prestarse para el sacrificio… La fantasía imaginaria del sacrificio heroico de uno que salva al resto: “yo me quedo, ustedes sigan…” como aceptación consciente o “Muere, pero salva a tu hermano!!!!”, como imperativo.

Continuar dentro era también sostenerse en la creencia narcisista de pertenecer a un grupo distinto, compacto, resuelto, pero que sobre todo, pretendía hacer la guerra, usar armas. Estaba ahí para continuar obedeciendo: de las órdenes del padre a las órdenes del dirigente.

No puedo ver ya sino lo de infantil-insensato de ese “continuar ahí dentro”: no tenía idea de lo que podía ser una buena pelea, -nunca había peleado-, y por supuesto la realidad de la muerte provocada en un enfrentamiento era totalmente ajena a mí. Conocida sólo por lecturas, podía intuir que la muerte en batalla debía dar lugar a una especie de perplejidad en la que, el momento del primer disparo se vuelve eterno hasta que alguien decide dar el paso. Y luego, hubo dos momentos que representaron un quiebre: uno político -la maniobra al interior de la organización para apartar de la dirección a alguien que tenía una posición distinta, me abrió los ojos respecto a la fantasía en la que estaba metido…estas personas peleaban el poder y yo creía que todos éramos compañeros; el otro coincidió con la enfermedad y muerte de mi madre y –ahora lo veo así- el sacrificio que hice del tiempo en que debía cuidarla. Yo sacrifiqué por la militancia el tiempo que debía estar con ella pues, hasta un poco antes de que su condición empeorara, todavía participaba en reuniones y discusiones. La noche de su velorio, en que me encontraba atareado en los trámites propios de la circunstancia, aparecieron dos dirigentes que, luego del pésame, no volví a ver más. Y a los pocos días ya era requerido para unas tareas. Nunca, mientras duró su agonía, ni después de su muerte, alguno de los miembros de la organización me llamó para preguntarme o para simplemente decirme que me fuera a mi casa a atender a mi madre. Su muerte me dejó devastado, pero la actitud de mis compañeros de partido me dejó resentido. Si la ambivalencia respecto a lo militar había marcado mi relación con la guerra y el partido, la muerte de mi madre, terminó de colocarme en el lugar en el que ya había estado antes, mientras hacía de activista, el lugar de la pregunta: ¿qué hago yo aquí? En este sentido, la Caída del Muro de Berlín solo fue un acontecimiento que determinó una consecuencia político-administrativa, pues desde mucho antes yo cuestionaba mi militancia.

Entre Patton y Hanson.                                                                                               

Alguna vez leí –y me identifiqué- con una frase de Patton[iv]: cuenta uno de sus biógrafos que, viajando en su vehículo, por una Francia destruida se detuvo y viendo el panorama exclamó “La guerra es el más importante empeño humano…cómo me gusta”. La frase puede resultar para algunos, -en nuestra época, que pone el acento en las virtudes de la comunicación y la negociación de conflictos- una curiosidad del pasado; para otros puede ser chocante, pues remite a un evento del que normalmente no se desea conocer nada, como no sea en plan entretenimiento cinematográfico y televisivo. Y es que las matanzas y el sufrimiento que trae la guerra, a más de evidenciar a lo largo de la historia “…un trágico aspecto, casi inevitable, de la existencia humana.”[v], son el tipo de cuestiones que a la gente, en las reuniones sociales, no le interesa. Luego, para mí, siempre fue una especie de vergüenza, admitir el gusto –no solo el interés- sobre el tema. Pocos, como no sea en contextos especializados, desean, pueden o saben hablar de una actividad tan poco feliz, y pocos son los que pueden comprender a aquellos que muestren entusiasmo frente a ella.

La identificación con Patton no era más que otra forma de expresar lo insensato de mi gusto,  compuesto de una colección de imágenes: las fotos, los mapas, los uniformes, las flechitas dentro de los mapas, la simbología, los colores. Todo muy descriptivo, técnico e histórico. Y realmente me gustaba pues, los pocos recursos que tenía los invertía en esa literatura, en un aprendizaje más fuerte y con mayor sentido que el del colegio. Y sin embargo, en esa lectura intensa y extensa, que quedó grabada en mi memoria con mucha facilidad, no había nada para pensar la  dimensión subjetiva de la guerra y sus consecuencias en términos de sufrimiento humano.

Y bueno, debo admitir ahora que en todo esto hubo un gran malentendido, porque de la guerra, ni siquiera podía hablar con mi padre, a pesar de ser él, el “causante” de todo este gusto. En efecto, nunca me impulsó a pertenecer a las FFAA, por el contrario, intentó en varias oportunidades cultivar en mí el gusto por la literatura y el arte. De hecho a él le gustaba verse más como escritor -escribía cuentos desde joven- que como hombre de acción, a pesar de haber participado en la Guerra del 41 y posteriormente, en 1942, haber estado metido en la selva haciendo la frontera.

En algún momento del nuevo siglo, mi relación con la guerra cambió y lo noté por la vía de las lecturas. Ya no era de mi gusto –al menos, no prioritario- adquirir el gran atlas o la colección que me detallaba los planos de la batalla X, o el orden de batalla del ejército Y, o el gran libro de fotos de la Segunda Guerra Mundial. Ahora buscaba algo que estuviera a medio camino entre la filosofía, la antropología y la sociología. Pienso y siento que era una manera de relacionarme con la guerra desde un saber a construir, pasando por lo simbólico, dejando –si se puede- en parte lo imaginario, el interés por la figurita. Al menos, así fue como empecé a enunciarlo en esta década y en parte a asumirlo con las lecturas de Hanson, Keegan, Kagan, Tucídides[vi].

Si este cambio es fruto de mi paso por el análisis –en un lapso que no ha sido poco- no puedo afirmarlo. Soy cauto en ello. Pero puedo decir que, si antes el compromiso con una empresa violenta podía encontrarme en una cierta ignorancia y por consiguiente colocarme en una cómoda e irresponsable posición, ahora, es más difícil.

El ideal de la destrucción por la vía revolucionaria, ha caído, aunque tengo que reconocer por todas las razones expuestas, que nunca fue muy sólido. Lo militar que animaba la militancia y que yo, pensaba, venía de mi padre, siempre estuvo marcado por la ambivalencia que de entrada él mismo planteó. Sin embargo, también tengo que asumir que ha existido en la subjetividad un desplazamiento, que pone en entredicho los proyectos colectivos, los horizontes utópicos.

No me he vuelto pacifista, me siguen gustando la guerra y las armas. Asumo la violencia como una realidad de la estructura o de la “naturaleza” humana, pero trato de ubicarle un lugar en mi vida, donde la práctica sea la construcción de un saber a ser dicho sobre la guerra. Que es mejor –por el momento- hablar de ella que hacerla y, quizás, así me aproximo de otra manera a la referencia paterna, superando el malentendido pues, al fin y al cabo, él no quería que fuese un matón y un asesino sino un intelectual.

En esta línea, si existe un resultado, es del orden de un saber sobre la guerra y la violencia en general. Es una comprensión, o un intento de lecturas más reflexivas y sistemáticas. Sin embargo –y aquí apunto a ese terreno que militarmente es denominado “la tierra de nadie”- transito aún entre Patton, “…un verdadero luchador”[vii] y el intelectual que deseaba mi padre. El imaginario de la violencia y de la guerra, el gusto por ella, está aún presente, pero de otra manera. Es como si estuviese contenido. Y ese estado no se sostiene solo en la construcción de un saber decir sobre la guerra y la violencia, expresión del desplazamiento del interés subjetivo, cuestión que me colocaría en el “lado intelectual” de una fórmula imaginada sino, quizás, de un efecto de tipo ético y hasta moral: desear hacer la guerra a otros –cosa que aún sucede en mi cabeza- ineludiblemente me lleva a un cuestionamiento a otro nivel, apalabrado con dificultad: sabiendo lo que he aprendido en mi paso por el análisis y lo que aún me queda por aprender de la guerra y sus razones, siempre me estrello con la pregunta acerca de lo justo y moral que significa hacer la guerra a otro. Pero al mismo tiempo, observando la emergencia de lo real en el mundo contemporáneo, y más localmente, la reedición de tendencias totalitarias, me pregunto: ¿cómo respondería, enfrentado a una situación generalizada de agresión política, que nos pusiera en riesgo a mí y a los míos?

[i] En Colombia, sin embargo, continuaba la lucha armada las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Movimiento 19 de Abril  y el Ejército de Liberación Nacional.

[ii] Joaquín Villalobos, Comandante del Frente Farabundo Martí  para la Liberación Nacional.

[iii] El combate naval de Jambelí, representa una fecha fundacional en la Marina de Guerra del Ecuador. Ocurrido el 25 de julio de 1941, durante la guerra contra el Perú, es el encuentro entre el cañonero ecuatoriano BAE Calderón y el destructor peruano BAP Almirante Villar. Del lado ecuatoriano, el enfrentamiento es narrado con características épicas; por el contrario, del lado peruano, el encuentro es insignificante. Con todo, lo relevante de esta historia –que mi padre destacaba- era que, el comandante del buque ecuatoriano al ver a su enemigo, giró 180 grados, esto es, dio media vuelta para regresar a Puerto Bolívar, siendo seguido a distancia y en paralelo por el buque peruano, de mayor tonelaje y capacidad de fuego. El asunto se saldó por la pericia de los artilleros ecuatorianos que –de acuerdo a la historia contada durante años- lograron sendos impactos en el buque peruano, dejándolo fuera de servicio.

[iv] En la biografía de Charles Withing.

[v] John Keegan, Historia de la Guerra.

[vi] Victor Davis Hanson, Matanza y Cultura, Guerra. El origen de todo; Donald Kagan, Sobre las causas de la Guerra y la preservación de la Paz; Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso; John Keegan, “Historia de la Guerra”, “El rostro de la batalla”.

[vii] Charles Withing.

BOLETÍN # 15 “VIOLENCIAS Y PASIONES”

ix jornadas nel

Florencio Compte, Arquitecto y profesor de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, en este  espacio preparatorio a las IX Jornadas de la Nel sobre Violencias y Pasiones, nos presenta un interesante estudio que nos muestra una constante histórica, siempre actual, que afecta el diseño de las ciudades,  atravesado por intereses y conflictos globales, atemporales, que trascienden epocas y lugares, vulnerando una necesidad básica del ser humano y el derecho de tener un sitio donde vivir en condiciones dignas.

Presentado por Ana Ricaurte

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Obra: Frío estudio del desastre

Arquitectura y violencia

A finales del siglo XVI San Carlos Borromeo, en la línea de la Contrarreforma de restaurar el dominio de la Iglesia Católica, publicó sus Instrucciones para la construcción de iglesias. En este libro desarrolló el conjunto de recomendaciones formales y estéticas que una iglesia debía tener  para que sean “… lo más impresionante y majestuoso posible para que su esplendor y carácter religioso impresionen a los espectadores ocasionales sin que ellos mismos lo sepan” (Blunt, 1975, p. 159).

Siglos después, en 1977, el arquitecto y teórico estadounidense Charles Jencks (1984 [1977]) determinó que la defunción de la Arquitectura Moderna había sucedido aproximadamente a las 3:32 de la tarde del 15 de julio de 1972 en la ciudad de St. Louis en el estado norteamericano de Misoouri, luego de caer dinamitados varios bloques del conjunto de edificios de departamentos Pruitt-Igoe que habían sido diseñados por el arquitecto japonés Minoru Yamasaki veinte años antes. Estos edificios que en su momento habían sido elogiados por seguir fielmente los principios de los CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) y que habían sido premiados por el Instituto Norteamericano de Arquitectoshabían sido condenados a su destrucción al haberse comprobado que tenían un índice de criminalidad superior al de otras urbanizaciones, además de que eran sujetos de frecuente vandalismo. Se atribuía esta situación “… a los largos y anónimos pasillos y a la falta de espacios semiprivados controlados”, además a su diseño “… en un lenguaje purista que no concordaba con los códigos arquitectónicos de los habitantes” (Jencks, 1984 [1977], p. 9). 

Este derrocamiento estaba en la onda de la tendencia de “renovación urbana” que se desarrolló en los Estados Unidos en las décadas de 1930 y 1940, cuando vastas extensiones de ciudades fueron derrocadas bajo el argumento de que su hacinamiento promovía la delincuencia,. En realidad, bajo el pretexto de esa renovación, se daba paso a grandes proyectos inmobiliarios o comerciales, muchos de los cuales jamás fueron concretados.

 Muchas de las definiciones de arquitectura y de ciudad coinciden que estas son el resultado del dominio del ser humano sobre la naturaleza o un acto contra la naturaleza (Le Corbusier, 1925) ¿Puede la arquitectura o el diseño de una ciudad dominar al ser humano? Si se piensa que un entorno no adecuado puede incrementar los índices de violencia ¿Un entorno no opresivo, como decía Alexander Tzonis, puede reducirlos?

 Bibliografía:

Blunt, A. (1975). El Concilio de Trento y el arte religioso (S. Carlos Borromeo y la arquitectura). En L. Patteta, Historia de la arquitectura. Antología crítica (págs. 158-160). Madrid: Hermann Blume.

Jencks, C. (1984 [1977]). El lenguaje de la Arquitectura Posmoderna. Barcelona: Gustavo Gili.

 

BOLETÍN # 14 “VIOLENCIAS Y PASIONES”

ix jornadas nel

Este boletín abre una brecha para el horror: tópico donde uno sólo/solo, -doblemente solo-, puede adentrarse por los extraños detalles. Es de este modo que Patricia Ballén nos lleva de la mano por un relato vertiginoso y angustiante de Charlotte Perkins, para traer a primer plano el punctum ominoso de un wallpaper ordinario y extraordinariamente “amarillo”. Resulta horrendo deponer la mirada en un cuadro si esto no redunda en un goce apolíneo, sino que deriva en un encuentro insólito con un Otro radical… hasta la fusión. Es imposible que, la descreída y apaciguadora medicina, refrene la pasión por saber qué se sacude tras la pintura.

Jessica Jara, Responsable del Boletín.

 LA PASIÓN DE SER
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 Ilustración de Miguel Iturbe, tomada de “Fabulantes”

Por Patricia Ballén. Catedrática y cartelizante de la NEL

 El papel amarillo de Charlotte Perkins Gilman fue uno de los cuentos preferidos del escritor H. P. Lovecraft por el horror que encierran sus páginas; “horror, porque expresa otro mundo que resulta ser el nuestro, como un espejo que reflejara nuestro propios fantasmas y demonios interiores”.

La protagonista ha sido llevada por su esposo a una mansión solariega para descansar de “una pasajera depresión nerviosa, una leve tendencia al histerismo”. Desde el inicio, ella marca la extrañeza del lugar: es demasiado barato y ha pasado mucho tiempo sin ser ocupado. Luego está la habitación “de los niños” que le es asignada y que no le gusta en un principiogrande, espaciosa y soleada, pero con barrotes en las ventanas, el suelo está arañado y astillado, y el papel de las paredes, desgarrado en varias partes, es de un horrible amarillo azufroso.

Ella escribe un diario donde cuenta todas sus impresiones y le gusta hacerlo, pero escribe a escondidas porque le está prohibido por su esposo y cuñada a causa del desgaste que le ocasiona, según ellos. Ella intenta hablar con su esposo en busca de otras vías para sí, pero él es tan cariñoso, preocupado y solícito, ¿cómo resistírsele?

Sin embargo, empieza a gustarle la habitación, precisamente por el papel amarillo, al que pasa horas observando; no parece ser siempre el mismo. Poco a poco distingue una figura informe, agazapada detrás de uno de los dibujos del papel. Parece una mujer que se agacha y se arrastra detrás de él en la noche; sacude el papel como si quisiera salir. Aterrorizada, pide a su marido que la saque de la mansión, pero él se niega diciéndole que es sólo una fantasía.

Entonces su vida se vuelve emocionante porque ahora tiene algo que esperar y vigilar. Quiere saber qué hay detrás del papel amarillo y quiere ser ella quien lo descubra. Alcanza a ver que la mujer se escapa durante el día y se arrastra por la carretera con suma rapidez… Ella también se arrastra en ese tiempo por la habitación arañando el piso frenéticamente. En la noche, junto a su esposo, no duerme, sólo observa la sacudida del papel. ¡Ella quiere ser la única que saque por la noche a esa mujer!

La oportunidad se da una noche antes de dejar el lugar. Su esposo, médico, tiene que atender pacientes. Una vez que nota el movimiento del papel, se lanza a ayudar a la mujer a arrancarlo. Llega el día y continúa frenéticamente arrancando el papel. Y se produce la fusión entre la mujer y ella: dice que atará a la otra para que no escape, y es ella la que aparece atada porque no quiere que la saquen de ahí ni la lleven a la carretera. Mira por la ventana y observa a muchas mujeres arrastrándose, y se pregunta si también han salido del papel, como ella. Entonces llega el esposo y ella, sin dejar de arrastrarse, le dice que ha logrado salir y que no podrá volver a meterla en el papel porque lo ha arrancado.

BOLETÍN # 13 “VIOLENCIAS Y PASIONES”

ix jornadas nel

BOLETÍN # 13

“VIOLENCIAS Y PASIONES”

 

La sociedad de hoy está inmersa en una capitalismo loco con una dinámica sin sentido, dice Slavo Zizek.  Y atribuye a Pussy Riot, no una provocación  subversiva, sino una mirada ético política en la que denuncia que el civismo oportunista no es la única opción.  No estamos totalmente desorientados y hay todavía una causa común por la que vale la pena luchar.

 Nadya dirá que fue la indignación de que Putin se presente como candidato a la presidencia por tercera vez lo que las lleva a formar Pussy Riot.

Una indignación que no se apaciguó ni después del encarcelamiento de dos años en Siberia a miles de kilómetros de su casa, «para resocializarlas».  Se negó al indulto, reclamando los derechos de los otros prisioneros y al volver a la libertad, persistió en su denuncia de las condiciones inhumanas de la prisión.

 Modernas Antígonas que sostienen una pasión transgrediendo su propia integridad.  Como dice Lacan en el seminario 7 sobre La ética,  a propósito de Antígona   «¿Cuál es la superficie que permite el surgimiento de la imagen de Antígona en tanto que imagen de la pasión?»  «Ya les señalé el aspecto implacable, sin temor, ni compasión, que se manifiesta en todo momento en Antígona?»  Hay dos dimensiones muy netas que están suficientemente distinguidas, por un lado, las leyes de la tierra, por otro, lo que ordenan los dioses»  Ella desafió las leyes, los edictos de la ciudad y franquea su entrada viva a la tumba.

Un acto para que sea tal, ha de inscribirse transgrediendo el marco simbólico.

Presentado por Ana Ricaurte   

Pussy Riot: La pasión por hacer-algo

Por David Aguirre, participante en el Grupo de Investigación del CID sobre Clínica en instituciones: La estrategia de la transferencia en contextos de violencia.

Alrededor de las 11 AM, del 21 de Febrero del 2012, un evento fortuito irrumpe las calles de la Rusia contemporánea. La catedral de Cristo Salvador de Moscú se ve irrumpida por 5 mujeres quienes avanzan hacia la parte frontal del altar, con sus manos ejemplifican la señal de la cruz, realizan una reverencia al altar, e interpretan una oración punk para Theotokos (madre de dios): “Madre de dios, destierra a Putin /Patriarca, No creas a Putin.

Slavoj Zizek, al enterarse de lo ocurrido, desarrolló una serie de cartas abiertas hacia la líder y vocalista de la agrupación, encarcelada, “Comradely Greetings: the prison letters of Nadya and Slavoj”(Saludos Fraternales: Cartas de prisión de Nadya y Slavoj)[1] donde cuestionaba los aspectos subjetivos que habían movilizado estos circuitos pasionales de la provocación.

 En una de sus cartas Nadya Tolokonnikova dirá a Zizek: “todos nuestros actos son una búsqueda de milagros” pero… ¿de qué actos está hablando Nadya?

Zizek en su texto llamado “Violencia”[2], a partir del desarrollo teórico de Hegel/Lacan, propondrá dos tipos de violencia: violencia Subjetiva y Violencia Objetiva. La violencia subjetiva, la propone como una violencia que tiene un modo directo y concreto que los medios la ejemplifican y la representan: los crímenes, las agresiones, los daños para la población civil, violación de DDHH, etc.

Y por otro lado, considera la violencia objetiva, nombrada desde dos lugares; la violencia simbólica que tiene una articulación directa con el Otro  y la imposición del discurso de las clases y de las ideologías propuestas como formas de dominación social, y la violencia sistémica  que va a referir a las consecuencias de horror y de las fallas del funcionamiento del sistema económico y político, con su nueva cara desde lo llamado “neo-liberal”, sectorizando y normativizando los cuerpos y los deseos, tales como miseria, desigualdad, delincuencia, adicciones, etc.

Es a partir del análisis que hace Zizek, con las cartas de Nadya y la interrogación que propone sobre los actos, que de una u otra forma irrumpen en el sistema establecido; que él planteará como final de sus tesis sobre la violencia : “… Por muy disparatado o de mal gusto que parezca, el problema de los monstruos históricos que asesinaron a millones de personas, es que no fueron suficientemente violentos. A veces no hacer nada es lo más violento que se puede hacer”[3].

El psicoanálisis, como práctica clínica, desde esta orientación, permitirá no solo “no hacer nada”, sino más bien, no pone el énfasis en ideologías de poder, otorgando significantes que vengan a reemplazar a otros, desde un lugar pedagógico sino más bien, se ocupará de los efectos singulares, particulares, sintomáticos que se producen como efecto de la violencia, para obtener respuestas que no se encuentren en los lugares de “un-para-todo”.  Se da lugar al Sujeto en la práctica del cual lo real “no puede hacer ni hablar nada”. Se hace algo.

3 Ibid, pag 256.


[1] ZIZEK, Slavoj, (2014): “Comradely Greetings: the prison letters of Nadya and Slavoj”. Brooklyn, Verso.

[2] ZIZEK, Slavoj (2009): “Sobre la violencia: seis reflexiones marginales”. Buenos Aires, Paidos.

BOLETÍN # 12 “VIOLENCIAS Y PASIONES”

ix jornadas nel

¿Qué es lo urgente en la urgencia? Mariela Vigil aborda esta cuestión desde su experiencia ante el llamado a atender los estragos ocasionados por el terremoto. Al real sin ley “16-A” se le dio trámite oficial desde la solución del para-todos. Otra modalidad fue ir trazando a mano alzada refugios a medida sirviéndose de algunos restos, pero sufriendo las consecuencias del alzamiento. Mariela acogió la palabra precaria en tiempos de angustia, y procuró hacer oír al funcionario apurado cómo hacer surgir un malestar más digno.

Lo urgente para el clínico no es avivar la esperanza de “las mañanas que cantan” sino señalar lo no-todo perdido, consintiendo al semblante para estragar así la melancolía.

Jessica Jara, Responsable del Boletín.

 16-A-16

CIFRANDO LO INEFABLE

Por: Mariela Vigil. Participante del Grupo de Investigación sobre la Clínica.

“16 A”, escuche decir a colegas manabitas haciendo referencia al hecho que irrumpió de forma brutal en territorio ecuatoriano. El 16 de Abril del corriente año, tuvo lugar un terremoto con dimensiones catastróficas en varias lugares del país, muy especialmente en la provincia de Manabí.

En su texto El malestar en la cultura, Freud señala tres fuentes de sufrimiento del  ser humano: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad  de nuestro cuerpo y  por último el padecimiento que proviene de la insuficiencia de las reglas y normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en sus diferentes contextos. A las dos primeras no duda de calificarlas como inevitables: “Nunca dominaremos completamente la naturaleza; nuestro organismo, el mismo parte de ella, será siempre una forma perecedera, limitada en su adaptación y operación. Pero este conocimiento no tiene un efecto paralizante; al contrario, indica el camino a nuestra actividad… Diversa es nuestra conducta frente a la tercera fuente de sufrimiento, la social. Lisa y llanamente nos negamos a admitirla, no podemos entender la razón por la cual las normas que nosotros mismos hemos creado no habrían más bien de protegernos y beneficiarnos a todos. En verdad, si reparamos en lo mal que conseguimos prevenir las penas de este origen, nace la sospecha de que también tras esto podría esconderse un bloque de la naturaleza invencible; esta vez, de nuestra propia complexión psíquica.” (Obras completas. Tomo XXI,  Amorrortu editores, pag.85).

Como Licenciada en Psicología Clínica respondo al llamado del Ministerio de Salud Ecuatoriano a profesionales en carácter de voluntarios para asistir a los “afectados por el terremoto” en Portoviejo, Manta, Canoa y Pedernales. Es en tanto psicoanalista formada en la orientación lacaniana con particular interés en la Clínica de la Urgencia, que acudo ofertando un lugar que propicie el advenimiento de la dimensión subjetiva, con la apuesta que ofreciendo la escucha particular esto sería posible. La situación generó urgencias de diferentes índoles. El acercamiento no se puede realizar antes de la primer semana, fundamentalmente porque las intervenciones necesarias en lo inmediato eran de los rescatistas, bomberos, médicos emergentólogos, etc. En segundo lugar las réplicas se seguían produciendo con el consabido riesgo inminente de nuevos derrumbes. Sancionar el momento adecuado para intervenir teniendo en cuenta las  prioridades planteadas, fue fundamental. Los hechos activan los lazos solidarios tanto nacionales como internacionales, comienzan a llegar recursos para afrontar esto que en palabras de los funcionarios “no estábamos preparados” confirmando de esta manera esta contingencia que irrumpe alterando completamente todo lo que hasta ese momento funcionaba. El trabajo se realizó directamente en las zonas afectadas y en los lugares que se fueron organizando para alojar a miles de personas, miles de familias, que lo habían perdido “todo”, muchos no solo su casa y sus cosas sino también sus seres queridos. No voy a describir el horror y el caos, suficiente con las imágenes que circularon en las redes sociales y en los medios en esta la época de la hiperconectividad. Pero sí me interesa transmitir cómo a pesar de y con eso se pudo intervenir dando la posibilidad de que la palabra reaparezca y con ella la singularidad de quien solicita ser escuchado.  Al llegar nos encontramos con dos tipos de organización del alojamiento, y es en torno a esto que se ubican dos maneras diferentes de responder, la del estado y la de muchas personas que deciden no aceptar la propuesta de solución inmediata que propone el gobierno para resolver esto que es “perdí mi casa, perdí todo, a donde voy”. El gobierno activa el “Estado de Emergencia Nacional” moviliza al Ejército, serán los encargados de armar y regular lo que nombraron “Albergues”, lugares extensos donde se instalaron carpas que alojarían, primero a grandes grupos de personas, para luego ir ubicando a una familia por carpa. Por ejemplo en el viejo Aeropuerto de Portoviejo a la semana de los acontecimientos, ya había alojadas dos mil familias, con instalaciones sanitarias, agua potable, instalado el móvil del Ministerio de Salud, el móvil del Ministerio de Educación y otras instituciones para empezar a ubicar y cubrir las necesidades más inminentes. El funcionamiento, el relevamiento de datos, la distribución de recursos, los horarios, etc., todo regulado por el ejército.

La otra modalidad de solución al alojamiento la denominaron “refugios”. Los refugios fueron creados espontáneamente por las familias afectadas, muy próximos a sus viviendas, familias que se quedaron literalmente sin nada, decidieron instalarse (muy precariamente al principio, sin agua, sin luz, sin carpas, sin sanitarios, dependiendo de la solidaridad de las familias con casas menos afectadas) junto con sus vecinos en lugares como plazas o baldíos, no se alejaron de sus casas derrumbadas, no querían perder las referencias que aún estaban, su gente, sus calles, lo conocido. Sostenían  y sostienen aún esta decisión, a pesar y sabiendo que, a modo de penitencia “el estado no los ayudará”: la violencia del Otro de la norma, dictamina las condiciones de la ayuda; dentro de los albergues todo, afuera nada. Es en los refugios donde centramos el trabajo, (paradójicamente, pues era un ente estatal el que hizo posible nuestro traslado y permanencia en esos lugares durante los fines de semana por un período de dos meses), nuestra presencia fue solicitada por las familias allí instaladas, nos estaban esperando. El trabajo comenzó reuniéndonos con los referentes elegidos por ellos (estamos hablando de centenares de familias) y con ellos definimos nuestra modalidad de asistencia, sabiendo que tal vez no podíamos volver a ese mismo lugar. Se dispuso un espacio que funcionó como “consultorio imaginario” ya que era a la intemperie, donde uno a uno fue escuchado, el tiempo que hizo falta (por una cuestión de espacio las viñetas y situaciones clínicas quedaran para un futuro trabajo).  Los padres con niños pequeños solicitaron una reunión para pedir ayuda en cómo explicarles lo que sucedió y que seguía sucediendo, muchos perplejos frente a la angustia de sus hijos y por la propia. Finalmente se pudo volver y ahí se puso énfasis en la importancia de respetar la decisión y facilitar la organización que ellos mismos estaban armando. La importancia de decidir qué comer, a qué hora dormir, a qué hora entrar y a qué hora salir. Todas dificultades que se fueron  presentando en los albergues, dónde es el lugar para comer, cuál es la comida, quién la cocinaba, los horarios para todo eran decididos por personal del ejército. Acontecimiento traumático que irrumpe y arrasa con las representaciones subjetivas que sostenían a estas familias, la intervención fundamental y lo que se transmitió a los funcionarios, es que no es por capricho que se quedan allí, no es por capricho que no acceden a los albergues, sino que es su manera esta de tratar esto insoportable y que frente a semejante arrasamiento es fundamental que le permitan a la mamá seguir cocinando su comida, que al papá lo dejen entrar y salir a trabajar en los horarios que ya venía habituado, lo fundamental de darle un lugar a lo que el terremoto no se llevó, para cada quien.

boletin-12

Bibliografía

Belaga, Guillermo. “La urgencia generalizada”, Compilación. Grama Ediciones, 2004.

Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura” (1930). Obras completas Tomo XXI, Amorrortu editores, 2004.

Laurent, Eric. “Psicoanálisis y Salud Mental”. Editorial Tres Haches, 2000.

Sotelo, Inés. “DATUS Dispositivo Analítico para Tratamiento de Urgencias Subjetivas”. Grama Ediciones, 2015.

Boletín # 11 “Violencias y Pasiones”

ix jornadas nel

La creación del artista, con la pintura, con la literatura, es ex nihilo, a partir del agujero, como dice Lacan en el seminario 7, de donde me animo a plantear la posibilidad que tiene el que crea, de no evitar lo real sino de ceñirlo con el objeto creado.

Y respecto al tema que nos concierne en el boletín preparatorio a las Jornadas sobre Violencias y pasiones, tenemos el magnífico aporte de Maritza Cino, con el cuento Bodas de porcelana, recientemente publicado en su libro Días frívolos,  y el de Jorge Velarde, que colabora con imágenes de dos de sus pinturas, tituladas Historia de amor I, e Historia de amor II.

En ambas obras encontramos el lado oscuro de la pasión amorosa, el que aparece cuando desfallece la función que hace pasar el goce al deseo.   Maritza Cino nos acerca a este punto envuelto en un humor, que aunque un poco oscuro también, funciona como tratamiento gentil a la mostración del caracter mortífero que puede tener el desamor.  Las imágenes de Velarde no lo velan, sino en el recurso de atrapar la mirada en lo bello  de su pintura.

El lector podrá remitirse a las excelentes presentaciones del libro Días frívolos que hicieron  Gilda Holst y Tina Zerega, a quienes agradecemos su colaboración a nuestro estudio preparatorio de las IX Jornadas de la NEL.

Presentado por Ana Ricaurte

El cuerpo retorna leve y desnudo al evocar

 las pequeñas criaturas que cruzan la

memoria, cada vez que transitamos al

origen.

Maritza Cino Alvear.

 Bodas de porcelana 

Mi  afición  por  las  muñecas  se  la  debo  a

Salomé; no solo porque fue un regalo de aniversario,

sino por el significado que cada una de ellas representa

en cada escena, mientras la otra, Salomé, gesticula

frente a sus admiradores  y delinea sus labios antes de

cada función.

En mi tiempo de ocio, que ahora es prolongado, ya

que estoy retirado de mi antiguo modus operandi,

me he dedicado a mis muñecas:  reviso sus rostros

de porcelana y atuendos de seda para conservarlas

a la par de estos tiempos, y colocarlas en un lugar

que esté a la altura de sus marcas y procedencias.

He comprado pelucas de corte fashion para algunas

de ellas y las he maquillado sutilmente para disimular

las cicatrices causadas por mis antiguas iras.

Últimamente, también he aprendido algo de costura

para confeccionarles la vestimenta apropiada, de

tal modo que luzcan como modelos posmodernas.

A veces, mientras me entrego a este placer, viene a mí

mente como una alianza de humo la casa de muñecas

de algodón que coleccionaba mamá, y que luego del

incendio pereció, al igual que su pasión por la vida.

No sé  hasta  cuándo  ejerza  este  oficio  que  toma

vida cuando Salomé se ausenta, es decir, cuando

no está actuando, aunque en esta época de crisis

escénica pasamos simulando vida de hogar,

distraídos con nuestra música sacra, y eso nos lleva

a permanecer complaciéndonos para soportarnos

en la rutina de estar sin actuar. Así la acerca y aleja

de mí, aún a la hora de nuestra puntual intimidad.

No tiene importancia repetirlo, pero nuestras

vidas han sido intensas; después de más de dos

décadas, subsistimos en  esta  escena  cerrada

donde nos dedicamos a lo nuestro, como una

puñalada pre mortem por llamarla de algún modo.

Durante estos tres días, en que solo hemos salido  a

tomar una copa de vino con nuestros vecinos calabreses

e intercambiar fotos de aniversario, la he visto mirarme

con algo de extrañeza y seguir, silenciosamente, mis

pasos dentro del departamento. Me molesta sentirme

acosado, ya que no puedo visitar a mis muñecas.  Lo

que más me incomoda es saber que están en el cuarto

contiguo, apenas a pocos metros, y aun así, no logro

darles la entrega y atención que ellas demandan.

No es que  me  considere  infiel  o  algo  parecido  por

culpa de este deseo, pero Salomé es tan singular,

siempre reclama exclusividad, y aunque como

mencioné, fue ella la que, en gratitud a nuestros años

compartidos, me dio la primera muñeca de porcelana,

aduciendo que era su doble, y a partir de ahí fuimos

cultivando la presencia de estas embajadoras del ocio

y del placer.

No me arrepiento ni evado la transgresión a

los principios del matrimonio, solo que sé que

esto es otra cosa:  unión libre, pero  también  de

hecho, más cercana al instinto de preservación

del amor, y claro está, del respeto  ante todo.

Continuamente me persigue la idea de que esta vida

hogareña ya no es llevadera. Carezco de ese ímpetu

para pasar de alcoba en alcoba y complacer a todas

en esta escena cerrada, tal como si se tratara de un

harem o algo por el estilo. En estos últimos días en

que se pone en riesgo nuestro nexo nupcial, me asalta

la idea como cuando ejercía la mutilación serial,

que solo una puñalada pre mortem, encarnaría un

modus catártico para desalojar a la última diva.

El oficio de recordar

Por: Tina Zerega – Universidad Casa Grande

Cuando recibí el libro de Maritza Cino me sentí engañada. Esperaba un libro de poesía. Yo ya no me llevo bien con otras cosas. Luego me di cuenta de que era un libro sobre el tiempo. Y no hay forma de escribir el tiempo que no sea lírica. Y -me tranquilicé.

El libro nos recibe con un epígrafe “el cuerpo retorna leve y desnudo al evocar las pequeñas criaturas que cruzan la memoria, cada vez que transitamos al origen”. Éste es un libro sobre pequeñas criaturas. Y sobre la memoria. Braunstein tenían un libro, que no he leído. Lleva por título “La memoria, la inventora”. Recuerdo su seminario al mismo tiempo en que trabajaba en este museo, el MAAC. Cuando era un museo. O pretendía serlo. En ese contexto nos preguntábamos desde De Certeau ¿cómo sería una historia contada desde las ideas de este autor? ¿Qué sería una investigación, un informe, que asuma los afectos, el cuerpo que se enuncia al contar una historia? ¿Qué sería un texto histórico que “reproduzca el gesto poético, se sirva de él de una manera no poética” (de Certeau, 2003:57)? Sería una historia que inventa. Una historia con gestos de literatura. Nunca lo logramos poner en escena, pero lo intentamos. Quedaron esas ideas escritas en alguna memoria institucional. Eran largas las discusiones en las que nos preguntábamos por qué se decidía a veces condensarse, arbitrariamente, afectivamente, la historia, en objetos que se exponían o que no. En museografías que seleccionaban a unos y a otros no. El objeto lo sentíamos como un resto de la historia. Y qué es, sino,  una presentación de un libro, sino los restos que han quedado – en uno como lector – de ese libro. Los restos del libro que leyó. Del libro que creyó leer. O del que uno cree que otros podrían querer leer. Hay una sensación museográfica en el comentario sobre un texto. Uno elige como hitos unos cuentos y otros no. En este caso Días frívolos puede leerse como la historia de una persona. Y en cada página se exhiben objetos, personas, “cedulados” como dirían los museógrafos, con pequeñas historias que los explican.  Días frívolos es también como visitar un museo de una persona. Es como visitar un museo de objetos, personas como estampas que son revisitadas, a veces desde la nostalgia, a veces desde lo siniestro, de eso familiar que se vuelve extraño. 

Días frívolos relata memorias, memorias-objeto, memorias-fragmento al parecer frívolas. Cotidianas. La voz narrativa parece ser una sola, lírica, pero a la vez es legión, en el sentido de narra ( y narrase) desde muchas posibilidades.

Por un lado están los objetos memoria. Como en los museos. En los cuentos, hay muchos objetos que remplazan las ausencias. El personaje que juega con muñecas como remplazo de Salomé. Aquel que colecciona garfios involuntariamente, como si los garfios llegaran a ella sin pedirlo después de una iniciación “gárfica”. El padre que colecciona tanquecitos, miniaturas de guerra, todos estos objetos que solo pueden ir a una guerra y no a un encuentro con una hija.  La madre que pone velas a los santos.

También están los objetos como escenografía, una museografía de la memoria. La memoria como puesta en escena de una representación. En “Bodas de porcelana” se representa una vida hogareña. Se monta una escenografía con ciertas muñecas a las que hay que dar atención.

Para Prouts (citado por Benjamin, 1961) había una memoria voluntaria y una involuntaria. Las informaciones que proporcionan sobre el pasado no conservan nada de éste en el caso de las voluntarias: “Vanamente intentamos revocarlo; todos los esfuerzos de nuestro intelecto son inútiles” (Benjamin, 1961: 93-94). En la misma línea, la escritura historiográfica crea a-topías, no-lugares, ausencias. Más que definiciones, las a-topías y no-lugares deben entenderse como posiciones que de Certeau asume en torno a lo que no tiene lugar. ¿ ¿permitiría la literatura un espacio para esas ausencias? Escribir es hacer un “ejercicio de duelo”, en la medida en que escribir la historia se funda en una no presencia y la escritura produce, construye representaciones de esos ausentes como una forma de evadir la pérdida. (de Certeau: 2003). Alguna vez leí que cuando Hans, un paciente niño, leyó el caso que escribió Freud sobre él el pequeño Hans”, él, ya mayor, no podía recordar nada de aquel relato. Y al parecer, al no identificarse con esa historia, pudo escribir un relato otro.

En Días frívolos hay las memorias de las vidas no vividas. Que son una forma de ausencias. Uno siente que lee Días frívolos, como un álbum fotográfico con escenas del pasado. La memoria, inventora, parece explorar las posibilidades de un pasado otro: “Voces piratas llegaban con cuentos foráneos a plagiar su inconsciente”.  En algún momento el texto dice “la mitomanía siempre fue lo mío”. En el cuento “Tiranosaurio”, Archi se transforma en un dinosaurio porque “quería ser él mismo. A fin de cuentas lo prehistórico había sido su obsesión”. También está el cuento sobre Marina Nizo. Como no conozco bien a Maritza Cino, no puedo saber si es una Maritza-otra, pero explora posibilidades de un pasado distinto para sí misma. En “Días frívolos 2” dice “todos jugamos a ser lo que no somos y a tener lo que nos falta”.

En “Días frívolos” indica que una vez al año se vuelve conventual, y se dirige a un caserío, de alguna manera, a contemplar el pasado. En tiempos de velocidades violentas, los tiempos dedicados a la contemplación son casi un espacio de resistencia. En esta misma lógica de la contemplación, la voz parece anclada en ese pasado. Pero es como si fuese un pasado que incluye y a la vez expulsa: Padres que se protegen, se defienden de encontrarse con una hija con miniaturas de guerra. Madres que dicen Levántate y ándate. Tíos que dejaron de visitar: “Mi tía menor  y yo, nos acercamos cada domingo a buscar el destino de la casa del sur.”  Sur que ya no existe.  

Creo que es necesario agregar comentarios a la parte gráfica y editorial, siempre bien cuidada de la editorial “Cadáver exquisito”. La tipografía, las ilustraciones aportan a los sentidos de nostalgia que proponen las letras. La selección de fotografías, el trabajo de ilustración te transporta también a un pasado. La ilustración de los tanques de guerra de papel no pasa desapercibida.

Valery decía que el recuerdo nos da tiempo para organizar (Benjamín, 1961). En Días frívolos hay etapas “históricas”: la etapa-garfio. La-hora-de-visitar-a-Enzo. La literatura sobre el recuerdo, re-inventar esa memoria, también organiza. Como cuando escribe Maritza “las palabras y las agujas curan”. Pero son palabras, no agujas, las que se eligen. Maritza Cino tiene un título de un cuento: “necesitaba otra historia”, pues Días frívolos puede plantear la historia de una, de uno, como niño dinosaurio, cuidadora de muñecas, soldado de guerra en miniatura. Maritza revela que finalmente no se puede escapar de una historia, la de ser escritora: “ese oficio de ida y vuelta sin ningún aviso ni posibilidad de otra historia”.

Bibliografía

Benjamin W. (1961), Sobre el programa de la Filosofía Futura y otros ensayos, COLECCIÓN PRISMA. Editorial Arte: Caracas.

De Certeau, M. (1993). La escritura de la historia. Universidad Iberoamericana.

De Certeau, M., & Giard, L. (2003). Historia y psicoanálisis entre ciencia y ficción. Universidad Iberoamericana.

Presentación, Agosto 3, 2016

Libro: Días Frívolos

Autora: Maritza Cino Alvear

Editorial: Cadáver Exquisito Ediciones, Guayaquil, Julio 2016

Días Frívolos

Placida e l’onda, prospero é il vento

Por: Gilda Holst

Días Frívolos de Maritza Cino son 23 microcuentos, con increíbles imágenes poéticas y densidad metafórica, de las que me voy aprovechar y apropiar de algunas, como esa de “la página lívida”, se imaginan, una página lívida, pálida, en blanco,  con la que me encontré al tratar de elaborar esta presentación, y entonces miré las teclas, como en el cuento “Necesitaba otra historia”, y me di cuenta que ya llevaba 6 líneas de palabras algo conexas y me alivié, porque llegué a mi mañana frívola.

Maritza trabaja no sólo muy bien, sino estupendamente bien la autoreferencialidad o la metaliteratura, la intertextualidad, la reflexión sobre las tareas o trabajo creativo del escritor y el lector, sobre la escritura, sobre sus estragos y beneficios, eso de estar en una estación, esto es detenida, casi como en el panóptico maravilloso del leer que se propone, como en el cuento “Siete lenguas” donde es posible “tropezar con el silencio, bordear abismos, falsificar fonemas”, que la llevarían directamente a la cárcel, pero por suerte la narradora tiene un amuleto, esto es, un objeto portátil y mágico, seguramente para seguir escribiendo.

En el cuento “Al otro lado” el narrador es un lector dirigiéndose al escritor, aquel que está al otro lado mientras se lee, un lector/escritor dual, como reflejo pero sin serlo, ese que se lleva tanto al escribir como al leer, un lector que dice: “yo me acerco con mirada de arqueóloga”, detrás de indicios o pistas para comprender viejas y gastadas estructuras que llevamos al interior, alegrías y tristezas o desconciertos y asombros nuevos.

 En el cuento “Días frívolos II”, Judit está en un hotel un día antes de navidad, pasea por la habitación y se recuesta en una almohada deliciosa y de repente se acuerda de “El almohadón de plumas” de Quiroga, tal vez se asusta por un momento del peligro del encierro, silencio e inmovilidad de un cómodo hotel  pero pienso que se relaja enseguida, porque había decidido no ser succionada fatalmente por el bullicio de la ciudad y el alboroto de las compras y la confusión y la bulla del consumo.

Otra temática planteada en Días frívolos es sobre los pasos. Un primer paso dado y un segundo paso que nunca se dio, en la posibilidad de un encuentro, reencuentro o reconciliación. Pasos, recorridos, trayectorias, navegaciones e – indudablemente-, el paso del tiempo. La vista atrás hacia el origen, lo que nos constituye y descalabra.  Recuerdos de infancia, de familia, de situaciones, que nos llevan a una casa del sur, a una abuela, y a domingos donde se comía polenta y se tomaba vino, una abuela que –mágicamente-, se le hinchó el dedo anular y hubo  que cortar el anillo matrimonial y comienza una dispersión de familia hacia la construcción de otros domingos.

En el cuento “Agujas” hay dos divanes, uno anterior de análisis y uno nuevo de acupuntura, cito: “En ciertos momentos evocaba aquella frase: la palabra cura, y entre mixturas de anestesia y alcohol se repetía, las agujas también curan.”, y con increíble agudeza, Maritza, desde mi lectura, plantea, -como los dardos-palabras lanzados en otro cuento-, la escritura y lectura  en su posibilidad de tocar, herir, y al mismo tiempo sedar o mitigar dolores o transferirlos a la escritura para reconstituirse o reelaborarse constantemente.

El cuento “Garfios”, magnífico en verdad, se relata cómo la personaje comenzó a guardar garfios de estibadores, -aunque no le gustaran-, cuando iba a despedir o recibir a sus abuelos viajeros en el puerto y es en esa orilla de zarpes y arribos que comienza a coleccionarlos. Garfios que son hierros viejos curvados y con punta que sirven para levantar pesos y cargas.  Es en este cuento que se habla de los dardos-palabras con los que se juega y se trabaja,  y es profunda reflexión sobre cargas y pesos inevitables y hasta traumáticos que llevamos y el garfio-palabra levanta y cubre la falta o mutilación.

Hay varios personajes coleccionistas en estos micro-cuentos, muñecas de porcelana, reliquias, juguetes bélicos, que en el juego metafórico de los cuentos podrían plantear -desde mi lectura-, colecciones de agresiones o agravios en nuestras vidas que “construyen muros de obstáculos” que nos encierran, o absurdos y fragilidades que nos detienen, o encontrarnos con personajes en la paradoja de ser felices siendo infelices, pero también se presenta la posibilidad –y esa es uno de los planteamientos más fuertes de Días Frívolos-, y es el de coleccionar momentos tiernos, alegres, reconfortantes y maravillosos, disfrutar de una almohada deliciosa, de un “Mar sepia” como el cuento con ese título, leyendo “La invención del amor” de Ovejero, y de otros mares mediterráneos o pacíficos, o de un río que, tal vez, está “inmóvil y obscuro” pero que nos permite no aburrirnos y,  otras veces, ese mismo río, qué según yo, es el Guayas, nos da brisa, una brisita maravillosa guayaquileña.

María Paulina Briones, en la contraportada del libro dice “son los relatos elusivos, un mosaico interesante y perverso de una escritora que conoce el oficio de contar historias”, coincido totalmente con ella, el mosaico de micro-cuentos leídos, como en la lectura fragmentaria o de un libro de poemas, produce intensidad y el olvido, la intensidad en el sentido del disfrute o placer de cada cuento y situación narrada, la proliferación de sentidos que interconectan los cuentos, por la provocación desde la escritura del goce del pensamiento asociativo que se produce en cada lector. En mi caso, por ejemplo, estuve tentada al comienzo de esta presentación en cantar Santa Lucia, barqueta mía, una canción que por mi ascendencia italiana, la sabía cantar en italiano de chica y en donde se habla de la placidez del mar, de vientos propicios y de brisas placenteras, por suerte para Uds. no canté porque soy un poco desafinada, pero nadie me quita la seguridad de que un personaje de estos cuentos cuando viaja a Calabria, pasa por Nápoles y canta o la escucha cantar. También –no lo van creer-, pero tras leer el cuento “Marina Nizo”, personaje increíble que le gustaba la farra y el trago y los chistes, me acordé de la canción italiana “Marina” de Rocco Granata, y también se las iba a cantar ahorita, pero desistí.

Me pareció mejor -para terminar este recorrido de lectura-, anclarme con un cuento de Maritza, donde esas contraposiciones paradójicas y poéticas, diferentes en cada relato, de inmovilidad/encierro, salir adelante y afuera y encontrar soluciones, de navegación, anclaje, deriva o locura de todo su extraordinario libro  Días Frívolos. El cuento se llama “Voyeur”. Leo:

Voyeur

Mi madre tenía la manía de poner velas a los santos. Yo la miraba en su movimiento escénico y acompañaba su extrañamiento. Me sentía voyeur de su santuario, de sus arcángeles mayores y menores, de su vida entregada al oficio de lidiar con estatuas y extraviarse en los ritos de la fe.

Un día me entregó un Lázaro; yo me miré en él y agradecí su deferencia a mi complicidad de poeta. Lo sostuve turbada. Y ella me dijo: Levántate y ándate.

Muchas gracias, Maritza por este libro.

Muchas gracias.

1

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Boletín # 10 “Violencias y Pasiones”

ix jornadas nel

“No hay más que la poesía, se los he dicho, que permita la interpretación” es la insistencia de Lacan en L’ Insu. Andrea Crespo en “Imágenes de la guerra” agrieta el muro del ensayo con el efecto de agujero poético. Allí podemos leer que ¡Arde Troya!, que lo literal deviene metáfora, y que eso no cesa de repetirse. Su desolación no clama ante las cenizas que quedan del fuego, ni ella espera entonces el resurgir del Fénix; sino que su palabra aviva el remanente vital, sheerit de la pasión irredimible en el pasaje al acto de la civilización.

Escuchemos desde el poema a Andrea, a la carne imaginal… Seamos su auditorio.

Jessica Jara, Responsable del Boletín.

 

Imágenes de la Guerra*

CANTO III

Desolación. Frontera

(arder en imágenes)

“(…)

Escucha desde el poema:

 en la habitación pequeña se concentra un remolino suave,

encajes de primeros ajuares que se mecen con la sangre de la menarquía.

 esos jadeos en el telar puro son más bien una argucia,

no entiende bien la muerte sobre la oxidación de los besos

(…)

Escucha desde el poema:

Ω

este era tu nombre y el número asignado a tu alma en este ministerio

– el nombre del hombre ha sido tocado por cuestiones blancas, lechosas, que fermentan los oídos con tumulto de vientos y rumores de deportaciones.

– el ruido del nombre ha sido tocado por un hijo como espectro esperando ser visto por el ánima de la efigie, por una imagen de hijo como espectro espiando en la ceguera del colmillo.”

I.A.[i]

Por: Andrea Crespo Granda. Poeta**, cinéfila y comunicadora.

El tiempo de la escritura es el tiempo del Otro.  El poeta nos interpela: habla de hombres antiguos siendo su audiencia lo contemporáneo. La historicidad de Troya es más que la determinación de una época, un autor o un yacimiento. El poema homérico ingresa en la historia ya que a nosotros se nos presenta como un esfuerzo para arrojar luz sobre las tinieblas del tiempo.[ii]

Troya fue un pueblo que tuvo que dispersarse por las islas del Mediterráneo. Un pueblo que supo guardar para sí la insularidad, el muro. ¿Qué, salvo el recuerdo, para crear vínculos entre atolones? ¿Qué, sino el poema, para contar el pasaje al acto de una civilización?

Si seguimos cantando la manía no es por la cualidad de registro que la Ilíada posee, es porque se trata del canto de un poeta: es porque es sustrato de lo Real.

No existe un solo canto de La Ilíada que no mencione el fuego. Las llamas están allí para construir el alimento. Fuego solar para dividir la oscuridad del inicio del combate. Hogueras para quemar las naves enemigas, para que ardan las hecatombes, para consumir a los muertos; incluso el fuego -sí es interior- es supremo: quienes se encuentran en esa Guerra, en ese mal sueño, se comportan como el fuego mismo.[iii]

El aumento de atentados terroristas en puntos geográficos ligados a la seguridad (bares, malls, estaciones de servicio… en Norteamérica y en Europa) nos ha provocado un desvanecimiento de la noción de lo seguro, pero por sobre esta premisa debemos considerar, algo más allá, el agrietamiento de la condición virtual a la cual, las mismas imágenes que elaboramos, nos condicionaron. Agrietamiento de las fronteras por donde se filtra el humo, la pesadilla; agrietamiento que plasma un declive, una pérdida en la economía del discurso del sujeto contemporáneo.

El ICSR[iv] informa que a diciembre de 2013 había entre 3.300 y 11.000 yihadistas extranjeros peleando en Siria. La guerra contra el terror simplemente abrió el espectro del mal sueño. Las playas troyanas se expandieron hacia las plazas, los bares, los plácidos bulevares y los restaurantes, no del primer mundo, sino de todo aquello que evidencie la “occidentalización”, la impureza. Han retornado, en contravía, las Cruzadas.

Un cuerpo es una frontera, un límite con el lenguaje, así en el cuerpo previamente marcado, la violencia se convierte en una manía, un malestar que debe repetirse. La violencia se presenta como un hito que marca la frontera de los cuerpos válidos, frente a la carne imaginal. “La víctima es torturada porque ya había sido antes torturada, porque ya está marcada. Se la mata porque hace tiempo que ya está muerta como persona y como ser social”[v].

La frontera entre la manía y el conocimiento/despertar es delgada y transparente, en los bordes quedan las imágenes de los espectros, de cuerpos residuales. «Porque así ha dicho el Eterno: »Regocijaos con alegría a causa de Iaacov, y gritad de júbilo ante la cabeza de las naciones. Proclamad, alabad y decid: ‘¡Oh el Eterno, salva a Tu pueblo, al remanente (sheerit) de Israel!'»[vi]. Hay una palabra hebrea que fue utilizada para nombrar a todos aquellos que sobrevivieron al Holocausto: sheerit. Palabra que, según los entendidos, significa remanente, residuo.

No hablo hebreo, pero desde mi lectura de Celan, puedo comprender en ese residuo la humillación de la vida tras la tortura, tras la huida. Una vida que es más un letargo, una espera –silenciosa o en el escándalo- por ser devorado en el silencio de la muerte.

 El residuo es lo que está en el fondo, sobrando, un miembro fantasma.
Un poeta es un residuo. Un poeta ciego, como el molar de la noche, ha cantado. Cuando un bardo habla, cuando el poema acontece, nuestro deber es la escucha. Palabras como cristales se disuelven en los ojos.

Hay que oír a los poetas: están ante el tiempo, advierten. Componen con el residuo las indicaciones del porvenir.

 

*El ensayo completo consta de tres cantos y será publicado próximamente en su totalidad.

**En 2013 publicó LA Monstruo, su primer poemario de un trabajo diacrónico formado por Matinée (el cinematógrafo Tropical) e Influencia Americana.

[i] Influencia Americana, Andrea Crespo.  Libro Inédito. 2013.

[ii] Los debates conocidos como “la cuestión homérica” básicamente se centraron en descifrar una serie de incógnitas sobre la autenticidad de Homero. La duda central reside en la dicotomía entre la atribución a un solo poeta de los poemas o, si en Homero subyace una forma de composición coral, anónima y cronológica que conformaría un corpus poético de la historia helénica, tal como los sostendrían los Románticos. Esto es fundamental, para los debatientes, pues indicaría el método de composición. En 1715, el abad François Hédelin d’Aubignac, publica el libro Conjeturas académicas sobre La Ilíada, libro que originaría este debate, caído en el olvido hasta retornar en el siglo XIX y, con mayor fuerza desde 1876 con el hallazgo, por parte de Heinrich Schliemann de lo que, aparentemente, eran los vestigios de Troya.  He utilizado el trabajo de Óscar Martínez García y de Luka Brajnovic para aproximarme a este tema.

[iii] La Ilíada. Canto XVI. La muerte que Patroclo provoca al guerrero Pirecnes, nombre que significa punta de fuego es, a decir de Cedric Whitman, uno de los principales estudiosos de la literatura helénica, el punto de inflexión del poema, el giro sustancial que lleva al asesinato de Héctor, protector de Troya. A partir de este hecho, el hado de los héroes se evidencia y la pesadumbre de los males, ya no podrá remediarse. El fuego se convierte en la imagen por excelencia de la Guerra, por su cualidad destructiva, pero también por su capacidad de incorporarse al ánimo de los guerreros, generando el desarrollo épico. La lectura de I. Kadaré, sobre la vergüenza que como Occidente cargamos desde Troya, se debe a esta imposibilidad de despertarnos de esta pesadilla que supone la manía, la reiteración del horror que mantenemos, como un discreto fuego, en nuestra civilización.

[iv] Centro Internacional de Estudios de la Radicalización (según sus siglas en inglés), organización adscrita al Kingston College y que, desde el 2008, realiza una serie de estudios, reportes y seguimientos sobre la radicalización y violencia política con diferentes impactos: terrorismo, reclutamiento, género y fundamentalismo.

[v] Wolfgang Sofsky. Tratado sobre la Violencia.

[vi] Jeremías 31:6

Boletín # 9 “Violencias y Pasiones”

ix jornadas nel

En este boletín, Mayra de Hanze en su estudio del tema de las IX Jornadas de la NEL sobre Violencias y Pasiones, nos ofrece una precisa selección de citas comentadas de la obra de Clarice Lispector, La pasión según G.H.

Clarice Lispector retrata bien la suprema violencia que implica consentir a ser humano, en la alienación del sujeto al golpe del significante, y lo ineludible del encuentro con el resto, que retorna como dimensión oscura del objeto, ésa que el psicoanálisis conduce a encontrar con el soporte de la transferencia.  Lo hace el psicoanálisis y Clarice Lispector con su escritura: «La palabra tiene su terrible límite. Más allá de ese límite está el caos orgánico.  Despúes del final de la palabra empieza el gran alarido eterno. (Entrevista de Olga Borelli a Clarice Lispector: Liminar)

Presentado por Ana Ricaurte

La pasión según GH (Clarice Lispector)

clarice

Si el efecto del afecto en el cuerpo es la pasión que lleva a un acto, ficcionar la pasión es una aventura en la que incursiona Clarice Lispector, GH pierde algo que le era esencial y que ya no lo es más. No le es necesario, tal como si hubiese perdido una tercera pierna. Y vuelve a ser una persona que nunca fue. Vuelve a tener lo que nunca tuvo: apenas las dos piernas. Sabe que solamente con dos piernas es como puede caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera le hace falta y se asusta, era ella la que hacía de ella una cosa hablable para sí misma…

Una mañana GH se introduce en el cuarto de Janair, su empleada recientemente despedida. Va a encontrarse cara a cara consigo misma con un grado de vida tan elemental que estaba próximo de lo inanimado.

Desde la puerta veía ahora un cuarto que tenía un orden calmo y vacío…

“En mi casa fresca, acogedora y húmeda, la criada, sin avisarme, había abierto un vacío seco…El cuarto parecía estar a un nivel incomparablemente superior al del propio departamento… pág. 44

Y fue en una de las paredes que en un movimiento de sorpresa y rechazo vi el inesperado mural…Estaba casi en tamaño natural el contorno a carbón de un hombre desnudo, de una mujer desnuda, y de un perro que estaba más desnudo que un perro. En los cuerpos no estaba dibujado lo que la desnudez revela, la desnudez venía apenas de la ausencia de todo lo que cubre: eran los contornos de una desnudez vacía. Pág. 45

El dibujo no era un ornamento: era una caligrafía…y que allí parecía haber sido dejado por Janair como mensaje burdo para cuando yo abriese la puerta… ¿Se trataba del silencioso odio de aquella mujer? Lo que me sorprendía es que era una especie de odio desligado, el peor odio: el indiferente. No un odio que me individualizase sino apenas la falta de misericordia.

El cuarto era lo opuesto del que yo creara en mi casa, lo opuesto de la suave belleza que había resultado de mi talento para arreglar, de mi talento para vivir, lo opuesto de mi ironía serena, de mi dulce y exenta ironía: era una violentación de mis comillas, de las comillas que hacían de mí una cita de mí. El cuarto era el retrato de un estómago vacío.

…La reina africana, la extranjera, la enemiga indiferente que se alojó en mi casa…Me pregunté si en verdad Janair me había odiado o era yo quien, sin  haberla siquiera mirado, la odiaba.

…Descubría con irritación que el cuarto no solo me irritaba, lo detestaba, sus entrañas habían estallado, pág. 50

Una cólera inexplicable, me había invadido: quería matar alguna cosa allí.

El cuarto no tenía un punto que pudiese llamar su comienzo, ni un punto que pudiese ser considerado el fin…abrí un poco la puerta estrecha del guardarropa…Entonces, antes de entender, mi corazón emblanqueció como los cabellos emblanquecen.

De frente al rostro que yo pusiera dentro de la abertura, bien cerca de mis ojos, en la media oscuridad, se había movido la gruesa cucaracha…Lo que siempre me había repugnado en las cucarachas es que eran obsoletas y no obstante actuales… la resistencia pacífica. Yo sabía que las cucarachas resistían más de un mes sin alimento o agua y que hasta de la madera hacían sustancia nutritiva aprovechable y que aún después de pisarlas, se descomprimían lentamente y continuaban andando…  pág. 56

…El grito me había quedado latiendo dentro del pecho.

¿Cuál es el único sentimiento de una cucaracha? La atención de vivir, inseparable de su cuerpo…En mí, todo lo que yo sobreponía a lo inseparable de mí…era el propio proceso de vida en mí.

Fue entonces cuando la cucaracha comenzó a emerger del fondo. Pág. 62

El miedo grande me profundizaba toda…Me embriagaba por primera vez de un odio tan límpido… con el deseo justificado o no de matar…levanté la mano como para un juramento, y en un solo golpe cerré la puerta sobre el cuerpo medio emergido de la cucaracha.

¿Qué había hecho?

Ya entonces tal vez supiese que no me refería a lo que había hecho a la cucaracha pero sí a: ¿qué había hecho yo de mí? ¿qué había matado yo?

Pág. 67…pues lo que yo veía con una incomodidad tan penosa y tan espantada y tan inocente, lo que veía era la vida mirándome.

pág. 77…Mi vida había sido tan continua como la muerte. La vida es tan continua que la dividimos en etapas, y a una de ellas la llamamos muerte.

Yo, cuerpo neutro de cucaracha, yo con una vida que finalmente no se me escapa pues al fin la veo fuera de mí- yo soy la cucaracha, soy mí pierna, soy mis cabellos…

Pág. 83 La vida se vengaba de mí y la venganza consistía apenas en volver, nada más. Todo caso de locura es que alguna cosa ha vuelto. Los posesos no son poseídos por lo que viene, sino por lo que vuelve. A veces la vida vuelve.

Pág. 92 La cucaracha es un ser feo y brillante…lo que en ella es expuesto es lo que yo escondo en mí: De mi lado para exponer hice un revés ignorado. Me miraba. Y no era un rostro. Era una máscara.

Pág. 215…Yo había puesto en la boca la materia de una cucaracha, y había realizado al fin el acto ínfimo. No el acto máximo, como había pensado antes, no el heroísmo y la santidad. Sino al fin el acto ínfimo que siempre me había faltado. Siempre había sido incapaz del acto ínfimo. Y como el acto ínfimo, me había desmitificado. Yo, que viviera del medio del camino, finalmente había dado el primer paso de su comienzo.

Compiladora

Mayra de Hanze