“No hay experiencia de Escuela sin experiencia analizante”: ¿Cómo hacer existir la Escuela en lo múltiple?

Por: Piedad Ortega de Spurrier

*Producción presentada en el Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis del 2 al 6 de abril de 2018, Barcelona-España. 

La experiencia analizante nos confronta con una radicalidad esencial, la de la soledad cuando se capta que el sujeto ha recibido su propio goce, cuando creía que se trataba del goce del Otro. Así se concluye que el goce es pulsional y autoerotico.

Si el psicoanalista está definido por su soledad. ¿Por qué habría de formar parte de una comunidad, en este caso, la Escuela?

Si el Psicoanalista busca la Escuela para aliviarse de su soledad y encontrar una complementariedad entre sus miembros, la Escuela se tornará en un objeto idealizado, pero imposible. Esto nos permite respondernos por qué las comunidades psicoanalíticas tienen la tendencia a convertirse en imposibles y con dificultades para sostener la causa analítica y con ello, renunciar a la experiencia del inconsciente.

Lacan inventa una comunidad analítica para continuar la experiencia analítica. Su objetivo se opone a la conformación de un conjunto. Se trata más bien de una serie de soledades que en la singularidad de cada una, sostienen una causa: el Psicoanálisis.

Para esto, el psicoanalista tiene que hacerse causa en dos vertientes: con cada uno de sus analizantes como causa de su deseo, para iniciar y sostener la experiencia analizante, y para sostener la vigencia del Psicoanálisis con una oferta renovada en la supervivencia del síntoma bajo las coordenadas actuales.

La orientación Lacaniana no es sin la Escuela y no hay Escuela sin el pase. ¿Que quiere decir esto?

Que los analistas no pueden quedarse satisfechos con decir “Soy analista” o “Yo me autorizo de mí mismo”.  La Escuela pide que consientan a que otros verifiquen  su existencia a partir de la transmisión efectiva de la experiencia en devenir analista y que esos resultados puedan ser conocidos por todos aquellos que se interesan en el Psicoanálisis.

Es otra manera de mantener su rigor y su existencia, porque cada testimonio en su transmisión, sostiene lo más vivo de la experiencia al intentar hacer pasar lo más singular de cada uno a la colectividad, que pueda servirse de esos hallazgos en el ejercicio de mantener abierta la existencia del inconsciente y también de ese más allá, convocado desde la palabra misma.

Es al síntoma como resto que se le propone un nuevo destino bajo la forma de una transferencia de trabajo para el analista que se ha producido al final de la cura.
La orientación lacaniana también nos plantea que si el final del análisis se circunscribe en lo incurable del síntoma, es algo de lo que el analista que devino de esa experiencia debe hacerse cargo. Hacerse responsable de ese goce autista y encontrar las formas más convenientes de insertarlo en el vínculo social, en su beneficio y para el Otro de la comunidad analítica. Por esto el affectio societatis obedece a una posición ética.

En suma, la orientación lacaniana conlleva la asunción de la soledad del acto analítico y la necesidad de inventar formas de estar en comunidad donde la singularidad de cada uno pueda ser soportada y no se convierta en un obstáculo a la transmisión de cada uno.

Cada uno de los que participamos en las sedes, delegaciones y grupos asociados debemos pensar cómo, desde la particularidad de cada lugar y la singularidad de cada uno, hacemos posible un trabajo que sostenga el discurso del Psicoanalista y verificar si nos deslizamos a otros discursos que podrían producir un taponamiento del inconsciente, que nos podría llevar a llenarnos de actividades de forma apurada sin pensar a donde nos conducen.

Tenemos que estar claros que la Escuela como sujeto, no es tanto la acumulación de saber o la transmisión, más afines con los proyectos universitarios, sino que es un lugar donde cada uno encuentra un real inasimilable a lo simbólico,  experiencia que devuelve a cada cual la condición de sujeto dividido al producir ese movimiento dinámico que es el deseo de saber. La Escuela puede así convertirse en una experiencia subjetiva.

La perspectiva del síntoma permite preguntarnos si en cada una de nuestras actividades y en los modos de inserción en la Escuela y fuera de ella hacen posible la existencia del Psicoanálisis.

Aprovechemos esta oportunidad para interrogarnos.

 

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